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No deja el presidente electo de atacar a la prensa, sobre todo a la escrita, que envía a sus reporteros a cubrir la “cuarta” gira del tabasqueño, debido a que éste no quiere aceptar que los medios de comunicación han de informar todos los hechos en que incurre. No porque no le guste la crítica y que los reporteros investiguen sobre sus actos y omisiones para darlos a conocer, debe sentirse ofendido. Y ha de entender que en un sistema democrático es indispensable una prensa incisiva que no pierda detalle de su actuación, para que la opinión publica esté atenta y alerta en todos los aspectos que transciendan a lo público; aunque provengan, supuestamente, de actos privados (como fue la boda a la que asistió como testigo, y que fue una fiesta dispendiosa con lujos que nada tienen que ver con la austeridad que pregona a los cuatro vientos).

Es tal su molestia ante la puntual información que, desde siempre, López Obrador ha expresado su reprobación hasta con insultos, metiendo a todo el periodismo en el mismo costal de su provocador adjetivo de: “prensa fifí”; después de haber manifestado sus preferencias por la revista Proceso, el diario La Jornada y el noticiero de Carmen Aristegui, a los que les imprimió el llamado beso del diablo para tacharlos de medios favorables al lopezobradorismo.

Lleva tres giras proselitistas por el voto y en dos de ellas fue víctima de fraude electoral. Contra Calderón-PAN, el tabasqueño claramente había ganado; dudosamente contra Peña y arrasó contra el PRI, PAN y PRD en la de este año que lo hizo, pues, presidente electo. En todas ellas los reporteros informaron de su actuación política, con todo y sus “dichos” populares (“me canso ganso”, “que se vayan por un tubo”, etcétera), sus duros juicios contra la corrupción (incluyendo su desacertada descalificación: “al diablo con sus instituciones”) y sus certeras críticas al abandono del pueblo, los abusos presidenciales y su promesa-divisa de: “no les voy a fallar”.

Los medios han informado de todo y lo han hecho objeto de análisis, severos enjuiciamientos e investigación desde que fue miembro del PRI en Tabasco; cubriendo sus marchas contra Pemex, su ejercicio como jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, su presidencia en el PRD, su renuncia a éste y la formación de Morena, hasta ahora su victoria de lo que él mismo llama: “la tercera es la vencida”.

Televisa lo atacó excesivamente. Gutiérrez Vivó le dio amplia presencia en sus programas, y por eso Calderón expulsó a este periodista de Radio-Centro. Los periódicos le dieron amplia y variada presencia durante 18 años y esto sembró su imagen con su “soy muy terco”. Lo han criticado, sí. Y es tal el papel de la prensa; pero a su vez tuvo espacios para dar a conocer su oferta política, económica y social. Por la prensa tuvo relevancia que completó con su proselitismo, culminando con los resultados de lo que fue la consigna en cadena: “votar por Morena”.

Con los pros y los contras de la prensa adquirió fama política y su popularidad desde el centro-izquierda (y su advertencia de “no nos vayan a rebasar por la izquierda”), se convirtió en un populismo enraizado en el pueblo que masivamente lo votó en las urnas para derrotar a sus adversarios y enemigos, tan arrasadoramente que su control legislativo federal al lado de la Presidencia de la República, lo han hecho objeto de críticas por tan absoluto poder del que ahora goza, en el país que ha sido el “país de un solo hombre”, como analiza González Pedrero en su obra de tres tomos: Santa Anna: el país de un solo hombre. Un González Pedrero que inició a López Obrador en la política –en el Tabasco de ambos– cuando el autor de esa investigación era Gobernador de esa entidad.

Empero, pues, no ha dejado López Obrador de atacar a la prensa que lo crítica y a la que, además, informa sobre sus pasos públicos y como él mismo ha dicho: “andan tras cualquier error” para ponerlo en la mira. Esta es la tarea de los medios de comunicación, aunque no le parezca al tabasqueño. Y la ha insultado con su despectivo “prensa fifí”, como si quisiera una prensa a su gusto y que partiera de que todo lo que él hace debe ser elogiable. Ya le encontraron al tabasqueño parecido con Trump. Éste con su populismo de derecha, casi neofascista. López Obrador con su populismo de centro-izquierda; pero, a su vez, por la molestia que causa a ambos una prensa fastidiosa, crítica. El caso es que en uno de sus mítines en Yucatán –donde se permitió decir que es el primer presidente de la República nacido en el sureste– algunos de los reporteros que cubrían el acto se presentaron con camisetas que en el pecho llevaban la leyenda: “Prensa Fifí”.

El hecho molestó a López Obrador. Pero ojalá que deje de descalificar a la prensa y trate de llevar una relación positiva, entendiendo que los reporteros cumplen con su tarea de informar a lo máximo. La libertad de expresión, de informar y de criticar por ningún motivo debe de abandonarse y sí, en cambio, permanecer hasta sus últimas consecuencias democráticas para mantener saludable a la democracia representativa desde las trincheras de la democracia directa; donde es imperativo que la prensa mantenga una actitud crítica sin concesiones de ninguna especie.

Álvaro Cepeda Neri

[OPINIÓN][DEFENSOR DEL PERIODISTA]

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