El 27 de septiembre de 2021 conmemoramos el bicentenario de la consumación de la Independencia de México, proceso que llevó a su reconocimiento internacional y que fue largo y sinuoso, con altibajos, flujos y reflujos. México se formó en medio de la resistencia y sublevaciones de los pueblos originarios contra la invasión española, en la lucha secular de trabajadores, artesanos, campesinos, mujeres y el pueblo todo. Se fue forjando una nueva nación, México, que se desarrolló junto con las naciones originarias que siguieron existiendo. Unidos formaron un país que se separó del Imperio Español.
Durante el dominio colonial, según los invasores extranjeros, la soberanía recaía en el Rey de España. Pero a principios del siglo XIX ya había mexicanos que sostenían firmemente que el origen de la Soberanía recae en el pueblo, quien la “depositaba” en el soberano.
En 1808, tras la invasión francesa a España y la traición de sus reyes, ya no había soberano en ese país y por lo tanto tampoco en sus colonias. Así inició el movimiento de Independencia en Latinoamérica. Aquí al saberse el 13 de junio de 1808 que los Reyes Carlos IV y su hijo Fernando VII habían abdicado en Bayona y que la “Nueva España” no tenía soberano, se abrió la posibilidad de hacer realidad la aspiración de tantos mexicanos por conquistar la soberanía y con ella la Independencia.
El 19 de julio de ese mismo año, Primo de Verdad expuso públicamente en el Ayuntamiento de la Ciudad de México la idea de que originalmente la soberanía reside en el pueblo, que la deposita en el soberano, pero al no haber rey en España debería regresar al pueblo. Por otro lado ese día, a nombre del Ayuntamiento de México, Juan Francisco de Azcarate publicó la Representación del Ayuntamiento en cuyo texto se argumenta que “por ausencia del rey reside la soberanía (…) en los tribunales superiores que administran la justicia y en los cuerpos que llevan la voz pública”. De esta manera proponían la constitución de una junta gubernativa provisional y autónoma de la Nueva España. La Real Audiencia, como representante máximo del poder hispánico, se opuso a esta postura considerándola una “usurpación del poder real por instituciones novohispanas”. El 24 de junio, fray Melchor de Talamantes presentó un escrito sobre la formación de un Congreso Nacional del reino de la Nueva España. Entre los criollos aquí tomó fuerza la idea de establecer un gobierno autónomo que no dependiera de la Junta de Sevilla, formada en la península ibérica luego del levantamiento de los patriotas el 2 de mayo en Madrid.
El ayuntamiento solicitó una nueva Junta de Cabildo y se celebró el 9 de agosto, misma que fue presidida por el Virrey José de Iturrigaray. Además de los miembros del Ayuntamiento estuvieron presentes el arzobispo y los inquisidores. El síndico Primo de Verdad, pronunció un discurso y defendió la idea de que: “En virtud de haber desaparecido el gobierno de la Metrópoli, el pueblo, fuente y origen de la soberanía, debería reasumirla para depositarla en un gobierno provisional que ocupara el vacío ocasionado por la ausencia del Rey Fernando VII”.
Los españoles encabezados por los oidores de la Real Audiencia se opusieron furiosamente a estas medidas, pero Francisco Primo Verdad y Fray Melchor de Talamantes habían planteado la tesis que decía: “Que ni la audiencia ni el virrey podían oponerse porque carecían de facultades legislativas y de todo género pues no obran en nombre del pueblo sino del rey cuya autoridad representaban y habiendo desaparecido éste, no podía subsistir […]. En tales circunstancias, la representación nacional corresponde al pueblo”. Los oidores peninsulares rechazaron con indignación la propuesta de Primo de Verdad, acusándolo a él y a sus compañeros de sediciosos y subversivos. El Inquisidor Bernardo Prado y Ovejero declaró que habían incurrido en herejía y anatema. La confrontación y el antagonismo entre los peninsulares y los criollos se profundizó.
El Ayuntamiento dispuso que el virrey José Iturrigaray siguiera en sus funciones, ante lo cual éste tuvo una posición ambigua que despertó la desconfianza de los españoles, quienes durante la noche del 15 al 16 de septiembre de 1808 organizaron un golpe de Estado. Esa noche Gabriel Yermo, rico hacendado español organizó a 300 hombres armados que, asesinando a los guardias, entraron al Palacio y detuvieron en su alcoba al virrey y a su familia. Luego de esta acción violenta impusieron como gobernante espurio al anciano Pedro Garibay y desataron la represión. Apoyados por la Inquisición, Apresaron a Francisco Primo de Verdad, Francisco Azcárate, Fray Melchor de Talamantes, a José Beye Cisneros –abad de Guadalupe–, al canónigo José Mariano Beristain a Francisco Cisneros y a José Antonio del Cristo, acusándolos de “libre pensadores”.
Fray Melchor de Talamantes murió en la prisión de San Juan de Ulúa. Primo de Verdad fue encontrado muerto en su celda del Palacio del Arzobispado. Las autoridades declararon que se trató de un “suicidio”, cuando en realidad lo ahorcaron en su celda; nadie creyó la versión oficial. También asesinaron a otros de sus compañeros. Cuando tras aprobarse las leyes de Reforma, el Palacio del Arzobispado fue nacionalizado, en la parte del edificio en la que se ubicaban las cárceles se convirtieron en viviendas particulares. En la propiedad del abogado Joaquín María Alcalde, su comedor se ubicaba donde había sido el calabozo donde murió Verdad. Cuando se abrió el espacio en uno de los muros había el agujero de un gran clavo con un letrero que indicaba que de ahí había sido colgado Primo de Verdad y encontraron señales en la pared de sus últimas convulsiones que hizo con uñas y pies en el muro en medio de su agonía y lucha por sobrevivir.
De esta forma se reivindicó, por primera vez en nuestra tierra, el concepto de soberanía popular que lleva necesariamente a la soberanía nacional. Dos años después del golpe de Estado español, inicia la lucha popular para alcanzar la soberanía, encabezada por Miguel Hidalgo y Costilla.
A 200 años de la primera declaración de la soberanía popular, hoy se reconoce abiertamente que ésta reside esencial y originalmente en el pueblo (Artículo 39 de la Constitución). En aquel 1808 se vivió el preámbulo de la lucha por la Independencia que asomaba con fuerza desde mucho antes ya que las condiciones a nivel nacional maduraban desde hacía décadas. Los pueblos originarios sostuvieron más de 100 rebeliones a lo largo de 300 años contra el colonialismo español. Allá en el siglo XVIII se insurreccionaron yaquis y mayos de 1740 a 1750, se rebelaron los pimas, sobas y pápagos en 1751, este levantamiento fue dirigido por Ocapiacjigua, conocido como Luis de Saric. Luchaban por tierra y libertad y no aceptaban irse a recluir a las misiones. En esos mismos años se insurreccionaron apaches y comanches y de 1755 a 1752 se rebelaron los seris, aliados a los pimas, que se volvieron a alzar en 1766 concluyendo la sublevación en 1767. Por unos meses, pues en 1768 se recrudeció su lucha aliados a los pimas. En la península de Yucatán estalló la insurrección de los pueblos originarios mayas dirigidos por Jacinto Canek. En 1770 se alzaron los sububapas y los indios de la misión de Todos los Santos en Baja California. En 1774 los apaches atacaron al presidio de Tubac y al año siguiente comenzó la rebelión de los indios de la misión de San Diego, California. En el centro del país estallaron sucesivas rebeliones en 1762 en Yautepec, Guanajuato y Puebla. En esa época los trabajadores entraron en escena cuando los mineros se insurreccionaron en 1757 contra el patrón Pedro Romero de Terreros (fundador del Monte de Piedad) y luego en 1766 hubo un tumulto de los mineros en Guanajuato y posteriormente se dio otra rebelión en Real del Monte. En 1778 hubo otro motín de mineros y otra revuelta en Izúcar, Puebla.
Desde fines del siglo XVIII, se sucedieron las conspiraciones. En México se descubrió en 1776 la de Juan Guerrero, que tenía el fin de liberar a los indios de los tributos y derrocar al gobierno virreinal. En 1779 se descubrió la “conspiración de los machetes” dirigida por Pedro de la Portilla que preparaba una revolución. Los conjurados permanecieron presos hasta la consumación de la Independencia en 1821.
En Tepic, el Indio Mariano, que conspiraba para restablecer el poder de los pueblos originarios en el Anáhuac. Los participantes fueron tantos que cuando se les aprehendió no cupieron en la cárcel y ocuparon un convento. Contra viento y marea, Mariano logró levantar al Pueblo de Santa Fe y al mismo tiempo hubo otra sublevación en Nayarit. Luego de la declaración de la Soberanía de 1808 se descubrió la conspiración de Valladolid
En aquella época, en el extranjero bullían tiempos de cambio desde el estallido de la Revolución Francesa en 1789 a las luchas en nuestro Continente donde Estados Unidos declaró su independencia de Inglaterra en 1776. En Haití Jean-Jacques Dessalines promovió la Independencia de su nación, que fue liberada por esclavos negros, y que abolieron la esclavitud en 1804. Dessalines fue asesinado en 1806 como venganza porque promovió una audaz reforma agraria. Dio un gran ejemplo mundial. Haití, al independizarse de Francia y liberar a los esclavos, causó gran disgusto a las potencias. Estados Unidos se ha dedicado desde entonces a hacerle la guerra a Haití, país que tiene intervenido actualmente.
En el Continente en 1780-1781 se levantaron los pueblos quechua-aimara liderado por Túpac Amaru II en el Cuzco, Perú. A su vez estalló la Revolución de los comuneros en Socorro, actual Santander, Colombia, además de efectuarse la guerra de Arauco en la que el pueblo mapuche había detenido el avance español por más de 2 siglos. Por su lado en la madrugada del 3 de agosto de 1806 Francisco Miranda y sus soldados izaron por primera vez la bandera tricolor venezolana en lo alto del Fortín de La Vela.
En todas partes se alzaba la oleada revolucionaria. En México hacía falta un levantamiento generalizado y la unión de todas las luchas aisladas y ese fue el objetivo de Miguel Hidalgo y Costilla, en 1810, tras ser descubierta la conjura de Querétaro. Alertado el cura e impulsado por Josefa Ortiz, inició la lucha de la Independencia en Dolores Guanajuato muy de madrugada del 16 de septiembre de 1810. Tras 11 años y 11 días de lucha se consumaría la Independencia de México.
Pablo Moctezuma Barragán/Primera parte
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