Ante la prevalencia de la industria alimenticia y el avance de procesos sociales y ambientales destructivos, la Red de Pueblos Indígenas Slow Food lanzó una campaña mundial para promover la preservación de los alimentos autóctonos y la biodiversidad amazónica
Berna, Suiza. Alimentación abundante o más hambre. Preservar la naturaleza o destruir la biodiversidad. Disyuntivas cada vez más cotidianas con efectos directos para una gran parte de la población mundial. Los pueblos indígenas toman la palabra y exigen protagonismo.
Para celebrar el Día Internacional de los Pueblos Indígenas 2023, el pasado 9 de agosto la Red de Pueblos Indígenas Slow Food –la cual reúne a 370 comunidades en 86 países– lanzó una campaña mundial con el eslogan “Descoloniza tu comida”. Dicha iniciativa anima a las comunidades a reforzar la lucha para preservar su patrimonio alimentario contra los avances de la “comida rápida” o “fast food”.
Alimentos industrializados vs biodiversidad
Según los promotores de la campaña, desde tiempos ancestrales los pueblos autóctonos han defendido y promovido una exhaustiva variedad de especies vegetales y animales. Además, han bregado para asegurar la sobrevivencia de sus conocimientos tradicionales, sus lenguas y sus alimentos, los cuales se han visto amenazados por procesos sociales y ambientales destructivos.
Asimismo, la Red de Pueblos Indígenas destaca que sus territorios –donde vive el 6 por ciento de la población mundial– concentra el 80 por ciento de la biodiversidad del planeta. Sus comunidades son depositarias de conocimientos y alimentos tradicionales. Sin embargo, el acaparamiento de tierras, las prácticas agrícolas insostenibles, las violaciones de los derechos de los pueblos indígenas y el cambio climático amenazan esa herencia.
Otro peligro trascendente –que a veces no se manifiesta de forma tan obvia– es la colonización creciente de los alimentos locales o nativos por parte de la industria alimenticia. Ésta –junto con sus corporaciones– procura apropiarse de los conocimientos y productos indígenas sin el consentimiento de dichas comunidades. Al mismo tiempo, las empresas no reconocen el robo cultural ni redistribuyen los beneficios económicos con las mismas. Asimismo, los comestibles industriales y globalizados desplazan a los generados por las comunidades locales y tradicionales.
La Red de Pueblos Indígenas denuncia que los medios de comunicación y –en muchos casos– las políticas públicas fomentan la producción y el consumo de los productos industrializados. Como consecuencia, se agrava la inseguridad alimentaria de las comunidades indígenas. Ésto se debe a la homogeneización de la dieta básica, así como la desaparición de tradiciones, economías locales y sabores e identidades culinarios.
La Organización de las Naciones Unidas advirtió que alrededor de 130 millones de personas en América Latina y el Caribe no tuvieron acceso a una dieta cotidiana saludable en 2020. Un informe reveló el escándalo nutricional que golpea el continente: “En la región, la prevalencia de inseguridad alimentaria moderada o grave; de sobrepeso en niños y niñas menores de cinco años; y de obesidad en adultos es superior a los promedios mundiales. Además, la región tiene la dieta saludable más costosa en comparación con otras regiones del mundo”.
La antítesis de las recetas autóctonas la constituye la comida “chatarra” o “”de rápido acceso” –de allí su nombre en inglés: fast food– con altos niveles de grasas, azúcar, condimentos y aditivos. De acuerdo con datos de la consultora Grand View Research, el mercado mundial de este tipo de comida generó 529 mil 500 millones de dólares en 2020. Las estadísticas anticipan una tasa compuesta de crecimiento anual (CAGR) de 4.6 por ciento entre 2021 y 2028.
El movimiento indígena recuerda el valor de lo propio, de su sabiduría popular. Los alimentos autóctonos y tradicionales pueden desempeñar un papel importante en la lucha contra el hambre y la malnutrición. Las dietas a base de ingredientes naturales contribuyen a un estilo de vida saludable, además de preservar los ecosistemas locales y los recursos medioambientales. Concluye que “dicho modelo se encuentra en fuerte competencia con los alimentos procesados de la industria agroalimentaria y el creciente uso de Organismos Genéticamente Modificados (OGM)”.
La “inundación” del mercado con estos productos provoca un cambio considerable en los hábitos alimentarios, cuyos efectos nocivos para la salud se expresan a diario. Sólo en 2022, la superficie mundial de cultivos transgénicos aumentó un 3.3 por ciento y alcanzó 202 millones de hectáreas. Es la superficie más alta jamás sembrada hasta ahora. Este incremento se dio en Brasil, Australia, India, Paraguay y Sudáfrica.
De los 29 países que siembran cultivos transgénicos en el mundo, 10 se encuentran en Latinoamérica. En esta región, se concentra casi la mitad. De los 10 principales, cuatro son latinoamericanos con Brasil y Argentina a la cabeza.
Alimentos e identidad
Comentando sobre la importancia de la campaña “Descoloniza tu comida”, la dirigente indígena mexicana y miembro del directorio de Slow Food, Dalí Nolasco Cruz, sostiene que “nuestra alimentación nos conecta con nuestras comunidades, con la Madre Tierra y con nuestros antepasados. Es nuestra cultura, nuestro conocimiento, nuestra vida, es decir, nuestra propia identidad”.
Esta joven activista social oriunda del Pueblo Nahua de Tlaola, Puebla, dirigente de la organización local Timo’Patla Intercultural, AC, y miembro de la mesa coordinadora de la Red Mopampa de empresas de economía social y solidaria de mujeres indígenas establece que “es esencial garantizar que los alimentos de los pueblos indígenas sigan siendo respetados, protegidos y celebrados como parte integrante de la cultura culinaria mundial”.
En México, la Red de Pueblos Indígenas está desempeñando un papel muy activo en esta campaña, promoviendo que las comunidades indígenas identifiquen y presenten los alimentos locales que desean descolonizar. Desde hace años, participa en las diversas iniciativas y campañas que demandan un país sin transgénicos.
Nolasco Cruz insiste en la necesidad imperiosa de promover la “agricultura local para defender la biodiversidad, el territorio y la identidad de las comunidades nativas”. Particularmente en América Latina, “donde la situación sigue siendo crítica”.
En 2022, mediante conferencia de prensa, afirmaba que esta labor es aún más importante en las comunidades indígenas, pues la represión ha causado que se olviden de sus tradiciones. “Muchas mujeres indígenas mexicanas están haciendo recetarios para descolonizar la dieta, reeducar los paladares y reconectar con los sabores de los pueblos indígenas y los ancestros”.
Participación indígena para preservar la Amazonía
El 8 y el 9 de agosto, y en paralelo –aunque sin ninguna relación orgánica– con la campaña “Descoloniza tu Comida” –promovida por la Red de Pueblos Indígenas, muchos de los cuales viven en las naciones de la cuenca amazónica–, se realizó la Cumbre de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) en la ciudad de Belém de Pará, en el norte brasileño. Convocada por Brasil, participaron dirigentes de primer nivel de Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú, Guyana, Surinam y Venezuela. Éstos son los otros siete Estados que integran esa región geográfica: el verdadero pulmón ecológico y principal reserva de la biodiversidad del planeta.
Con un centenar de puntos, el documento final incluye una agenda para enfrentar la deforestación. Además, establece medidas de cooperación entre naciones para la protección del Bioma Amazónico. Un aspecto clave consiste en recordarle a los países poderosos que deben cumplir sus compromisos financieros destinados al cuidado y la protección de la Amazonia, tal como fue establecido en los acuerdos climáticos de la Organización de las Naciones Unidas. Se trata de una cifra cercana a los 100 mil millones de dólares anuales.
A pesar de esos pasos positivos, portavoces de las comunidades indígenas expresaron su escepticismo sobre los resultados globales de la Cumbre. Temas esenciales como la meta de deforestación cero para 2030 o el control de la expansión petrolera y de gas en la Amazonia no encontraron respuestas efectivas.
Importantes organizaciones indígenas –fundamentalmente de Brasil– reunidas poco antes –28 a 30 de junio– fueron categóricas en cuanto a la exigencia de una participación activa de los pueblos indígenas en la Cumbre.
En esa ocasión, se acordó convocar una suerte de pre-Cumbre –con la sociedad civil y representantes de los gobiernos– en la misma Pará de Belém. Sin embargo, la participación real de los pueblos indígenas en el cónclave de la OTCA –así como en la dinámica de toma de decisiones– sigue siendo un punto de fricción debido a las desavenencias entre la sociedad civil y los Estados.
A fines de junio, las organizaciones indígenas reunidas en Brasil advirtieron que, si bien los pueblos indígenas de la cuenca amazónica “son verdaderos y profundos expertos y protectores de los bosques, aún no cuentan con las condiciones necesarias e indispensables aseguradas para participar efectivamente en los procesos de diálogo, proposición y construcción de la mencionada Cumbre”.
De igual manera, el hecho de que abordaron la agenda de la Amazonía sin la participación efectiva de sus propios pueblos indígenas demuestra la falta de reconocimiento de sus vidas y de los roles que desempeñan a favor del mantenimiento y defensa de la selva. “Una vez más, nos enfrentamos a debates y construcción de propuestas sobre nuestros territorios sin la garantía de nuestra participación, lo que revela la práctica colonialista recurrente que busca silenciar nuestros protagonismos, al tiempo que suplanta nuestras voces y autonomía en los espacios de toma de decisiones”.
Con la mira en la preservación de la biodiversidad amazónica y poniendo el acento en la necesidad de la valoración de los alimentos autóctonos, en los primeros días de agosto el movimiento indígena pasó a la ofensiva. Alzó su voz fuerte y decidida, aunque no siempre escuchada, reconocida y valorada por los Estados y el poder económico. Un paso más en la denuncia contra la colonización 531 años después de un tal Cristóbal Colón.
Sergio Ferrari/Prensa Latina*
*Periodista argentino residente en Suiza
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