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Exdirectora del Imate-UNAM revela que Rectoría impone administradores en institutos y escuelas

Exdirectora del Imate-UNAM revela que Rectoría impone administradores en institutos y escuelas

La Rectoría de la UNAM tiene la facultad de imponer a los administradores de instituto para que manejen a discreción el presupuesto público

La Rectoría de la UNAM tiene la facultad de imponer a los administradores de institutos, facultades y escuelas para que manejen a discreción el presupuesto público, revela la exdirectora del Instituto de Matemáticas de la UNAM, Hortensia Galeana Sánchez, con base en su propia experiencia. En entrevista con Contralínea, señala que su destitución se debió a que rechazó firmar documentos donde se incurría en presuntos malos manejos de recursos, como por ejemplo la compra de un cristal por 300 mil pesos o la remodelación de un jardín en excelentes condiciones por 800 mil pesos. Por ello, solicita que se practiquen auditorías a fondo al Instituto de Matemáticas para descartar actos de corrupción o, en su caso, castigar los que se hayan cometido. En efecto, una de las primeras medidas de Graue Wiechers fue reformar la Secretaría Administrativa de la máxima casa de estudios para controlar las designaciones de los administradores, pero sobre todo para manejar todo el dinero de la máxima casa de estudios

Una de las primeras acciones del exrector Enrique Graue Wiechers al asumir ese máximo cargo fue emitir el “Acuerdo que reorganiza las funciones y estructura de la Secretaría Administrativa de la Universidad Nacional Autónoma de México” (UNAM). El documento está fechado el 23 de noviembre de 2015 –apenas seis días después de que la Junta de Gobierno de la máxima casa de estudios lo nombrara rector– y le permitió a partir de entonces imponer a los administradores de institutos, facultades y escuelas y, con ello, manejar el presupuesto público multimillonario.

Lo anterior se desprende de una de las acusaciones que ha hecho la exdirectora del Instituto de Matemáticas, doctora Hortensia Galeana Sánchez, quien advierte que su destitución se debe a que rechazó presuntos malos manejos del erario del Imate, en el que iban a incurrir las autoridades que le impuso la propia Rectoría de Graue. Expulsada de ese cargo, denuncia en entrevista con Contralínea que por lo menos en ese Instituto sí se deben hacer auditorías profundas para descartar actos de corrupción.

El Acuerdo con el que operó durante todo su rectorado el doctor Graue Wiechers establece, en su artículo séptimo, que una de las funciones de la Dirección General de Servicios Administrativos –dependiente de la Secretaría de Administración de la UNAM– es: “VIII. Coordinar el proceso de nombramiento de secretarios administrativos y jefes de unidad administrativa, coordinadores administrativos y puestos homólogos, que se desempeñarán en la entidades académicas y dependencias universitarias”.

Por ello, la exdirectora del Imate señala que desde la Rectoría de la UNAM se le impuso al equipo administrativo que intentó realizar gastos injustificados en la remodelación de un jardín que no lo necesitaba y en otras reparaciones de áreas que estaban en buenas condiciones, y con sobrecostos millonarios.

“Habían estado insistiendo en mi destitución, en removerme, casi desde que llegué e hice los cambios importantes, sobre todo en la Secretaría Administrativa, donde se maneja el dinero. Les pesó muchísimo, según veo”, señala la doctora Hortensia Galeana Sánchez.

“Puse una secretaria administrativa de toda mi confianza, la contadora Irma Reyes. La conozco desde hace 20, 30 años; una persona intachable, honestidad al ciento por ciento. Ella nos ayudaba en los proyectos del Conahcyt, nos decía: ‘a ver, aquí tienes todavía 2 mil pesos, te alcanza para becar a un chico, ándale, busca entre tus alumnos alguien que necesite beca para que ocupes este dinero’, y ya lo ocupábamos. Impecable su trabajo. Conociéndola, le pedí que me apoyara en la Secretaría Administrativa. Pero apenas hace como un medio año, sin avisarme, la despidieron. La trataron de despedir, tuve que ir a negociar con el [entonces] rector que no la destituyeran de la manera en que lo iban a hacer, que le dieran posibilidad de tener una jubilación digna, porque es una persona intachable, y pues a regañadientes lo aceptó [el doctor Graue]. La sacaron prácticamente”, narra la profesora-investigadora, quien ya ha denunciado estos hechos y otros actos de violencia de género y amenazas ante las fiscalías General de la República, y General de Justicia de la Ciudad de México.

—¿Por qué tuvo que ir con el rector? ¿Esa no es una decisión que pueda tomar la dirección del Instituto de Matemáticas? –se le pregunta.

—Sí. Sí, correcto. Eso en principio es competencia mía, pero en 2015, hace ocho años, cuando prácticamente entró el exrector Graue, hizo una modificación a la Ley Orgánica, donde el secretario administrativo puede tomar decisiones sobre la Secretaría Administrativa de cualquier escuela, instituto o facultad. O sea, si tú eres directora, tienes tu secretaria administrativa, pero si al secretario administrativo de la administración central se le ocurre meter manos en la institución, pues no es la administración de tu unidad. Puede meter mano, incluso puede tomar el control de la administración de esa entidad.

—¿Es decir, esta orden venía del rector?

—Venía de Rectoría. Personalmente, el licenciado [Luis Agustín] Álvarez Icaza [Longoria] se tomó la molestia de prácticamente correr a la contadora, desde luego, sin tomar en cuenta mi opinión, porque obviamente, yo no lo hubiera aceptado.

—¿Y tampoco había una auditoría de por medio?

—Las auditorías habían salido bien. Todo había salido bien, pero la despacharon. Luego, batallé un poco para conseguir un nuevo contador. La opción que me dieron fue una terna en la que había dos chicas, que no tenían ni la mitad, ni el inicio de una carrera, y un tercer contador que era el único que parecía estar un poco más preparado. Pues lo tuve que aceptar a él, digo, era obvio la decisión.

—¿Esta terna se la mandaron desde Rectoría?

—Me mandaron una lista de posibles, y de toda esa lista de posibles, yo escogí, pues, tres.

—¿Pero venían de Rectoría?

—Sí. De la Secretaría Administrativa, sí, correcto. Y quedó este contador. Al principio parecía que íbamos a tener una buena comunicación y todo, pero rapidito se puso al corriente no sé de qué situaciones. Despidió injustificadamente a dos chicas que venían trabajando con la contadora Irma [Reyes], que habían sacado adelante la administración a pesar del despido de la contadora Irma y a pesar de que teníamos una auditoría en curso que yo había solicitado. Ellas trabajaban sábados, domingos; en las vacaciones de julio fueron a trabajar todos los días para que el trabajo se mantuviera en tiempo y forma. Llega este contador, las despide. Desde luego yo no estuve de acuerdo, le dije, yo no voy a firmar la renuncia de ellas. “Ah, no importa”. Me llega un oficio del contador, del licenciado Álvarez Icaza [Longoria, entonces secretario administrativo de toda la UNAM], diciéndome que no importa si yo acepto o no los cambios, porque él los iba a autorizar. Bueno, pues, adelante, que los autorice pero dénmelo por escrito. Porque querían que nomás con una llamadita por teléfono. Y pues yo no acepté, a mí, denme un oficio por escrito. Algo tan delicado como despedir a dos chicas que vienen trabajando súper bien, para meter a no sé quién. No lo puedo hacer así a la palabra, póngalo por escrito. Y empezaron a llegar oficios de parte del doctor Álvarez Icaza dando órdenes de cómo se va a llevar la administración internamente en el Instituto. Digamos que tuve prácticamente que mantenerme al margen de esa administración. Me echaron a un lado de la administración. Ya la manejaba directamente el doctor Álvarez Icaza con el contador, con el secretario administrativo actual. Ya ellos hacían las cosas. Bueno, como yo leí la Ley Orgánica y vi que él sí tenía la capacidad legal para hacerlo, pues, dije, ‘que lo hagan’. Y si yo no puedo hacer nada legalmente, pues, no puedo hacer nada.

“Pero ahí viene la parte más interesante. Hace como medio año, la contadora Irma me había dicho: ‘tenemos ya muy poco dinero para terminar el año, como 300 mil pesos’. Me espanté y le dije: ‘¿y alcanza?’ Me dijo que sí, pero que había que cuidar muy bien lo que se gasta y cómo se gasta. Le dije: ‘¿pero la nómina está cubierta?’ Me dijo que sí. Le dije que entonces cuidaríamos muy bien los gastos. Bueno, pasó eso. Ya que estaba el contador [impuesto por la Rectoría], nos llega un comunicado del doctor Álvarez Icaza que nos concedían 500 mil pesos para completar nuestro gasto. Bueno, qué bueno. Entraron y recibí el oficio de que llegó ese dinero. Con mucho gusto lo recibí, firmé todo eso y ya. Y apenas hace como dos semanas me llega el contador para que yo firme un presupuesto. Bueno, un paréntesis: entrando [a la dirección del Instituto de Matemáticas] procuré que el jardín que tenemos en la parte de atrás del Imate, que funcionaba como un tiradero de basura, lo rehabilitaran poco a poco, con poquito dinero, con horas extras para el jardinero, con un poco de dinero, con horas extras para un trabajador extra, una chica que venía algunos días que se le podía pagar. El jardín de atrás quedó precioso, rehabilitado, hermoso quedó. Bueno, [el contador] me manda un escrito donde me pedía que yo autorizara 800 mil pesos para rehabilitar el jardín, 300 mil pesos para un cristal, y como medio millón de pesos para una rampa. Cosas de ese tipo. Entonces, dijo que firmara el visto bueno. Le dije: ‘no, perdóneme pero yo no puedo firmar la salida de este dinero; para empezar, a mí no se me informó en ningún momento que este dinero entró. De repente ya hay que gastarse 2 millones de pesos. Hasta donde yo supe, estábamos muy justos de los gastos’. ‘No, pues hay que gastarse ese dinero’ [le respondió el contador a la doctora]. Le dije: ‘pues, me perdona, pero así no es la manera de autorizar un gasto’”.

La académica Hortensia Galeana Sánchez explica a Contralínea hay un protocolo basado en la normativa para autorizar los gastos: “cuando se va a comprar algo tiene que haber tres presupuestos, bien legalizados, bien detallados. De esos tres, se escoge uno. Luego, [en el caso de la rehabilitación de jardines, por ejemplo] se manda a [la Secretaría de] Obras y a los viveros, al Jardín Botánico [de la propia UNAM] para ver en qué nos pueden apoyar ellos. Entonces, de los 800 mil pesos que van a gastar, ¿qué tal que Obras puede hacer la mitad de la obra y ya nada más gastamos la mitad? Ese es el protocolo correcto. Estaban los auditores ahí todavía cuando este señor me llega con el oficio a firmar. Y le digo: ‘mire, quiere que le firme esto, que le dé visto bueno esto. Yo no sé ni cuándo ni de dónde llegaron los 2 millones de pesos. Hasta donde yo sabía, con trabajos íbamos a llegar a fin de año, y de repente ya tenemos 2 millones de pesos, y que yo autorice esto, que le dé visto bueno a la salida de este dinero. No lo voy a hacer’. Y no firmé”.

Para la exdirectora del Imate, esta negativa es el verdadero motivo de su destitución. “Yo no me he prestado a autorizar salidas de dinero que nunca sé ni cómo ni cuándo entró o entradas de dinero. Ellos tenían muy claro eso, porque mi compromiso cuando asumí la dirección fue justicia, transparencia y honestidad. Y así me he conducido. Desde luego claramente veo por qué les estorbo”. Aunque indica que no tiene pruebas de que en otros institutos, escuelas o facultades hayan ocurrido casos similares, sí expresa que lo que ella vivió al frente del Imate no es correcto: “a mí me prende un foco rojo gigantesco”.

Ante su destitución por parte de la Junta de Gobierno de la UNAM, la doctora Hortensia Galeana Sánchez advierte: “si eso es el motivo para que me vaya, me voy muy contenta. Nunca voy a firmar cosas de ese tipo. Nunca. Nunca. Entonces, creo yo que en el último mes de mi gestión antes de que me dictaminaran la destitución, en las casi dos últimas semanas me voy dando cuenta que yo creo que ése es el verdadero motivo. Ningún otro. Como lo dije en mi primer informe anual, en el mejor de los casos lo que he sufrido es violencia de género, discriminación y demás”.

Pide que se audite al Imate

Una vez que le fue requerida la autorización para gastar 2 millones de pesos en la rehabilitación del jardín, la compra de un cristal y la construcción de una rampa, la entonces directora del Imate de la UNAM solicitó una investigación. “Y el [entonces] señor rector [Graue Wiechers] me concedió la investigación a fondo por parte de la Contraloría, pero siguen habiendo focos rojos. Entonces, ahora sí que yo me permito usar este foro para solicitar atentamente a quien corresponda que se haga una investigación a fondo de lo que está pasando en la administración del dinero del Instituto de Matemáticas”.

Aclara que no tiene conocimiento de si en algún otro instituto, escuela o facultad urja una intervención de esta naturaleza, pero que en el Imate sí. “Yo veo y reporto lo que yo viví, lo que a mí me consta. Y tengo los documentos para probarlo. No estoy hablando a la ligera. Entonces, creo que es muy importante que se inicie de inmediato una investigación a fondo. Yo creo que la interna dentro de la universidad no fructificada como ya lo vimos”.

—¿De la Auditoría Superior de la Federación? –se le pregunta.

—Algo así podría ser muy, muy útil que interviniera y viera qué está pasando. ¿De dónde entró este dinero? ¿Por qué querían que yo lo gastara así de rápido? O sea, no me parece normal. Me prende un foco rojo. Yo no sé contabilidad, yo soy matemática, pero me prende un foco rojo. Yo no estoy acusando a nadie. Nada más estoy diciendo lo que pasó, lo que yo viví. Y a mí me prende un foco rojo. Ahora, que me digan: ‘¿sabes qué?, pues eso es lo normal. Estás viendo moros con tranchete’. ¡Órale, que me lo digan! Yo me quedo tranquila. Pero no me parece que esto sea lo normal ni lo correcto.

“Desde que despiden a la contadora y a todo el personal de la Secretaría Administrativa, y meten su gente a modo. Esta gente que, fíjese cómo se liga todo: estas dos personas que trabajaban en esa contabilidad alternativa, rápidamente se incorporaron a la Secretaría Administrativa cuando aparecieron estos 2 millones de pesos. Rápidamente se incorporaron. Ya eran un equipo funcionando mejor que cuando tenían su contabilidad alternativa. Ahora sí, desde la mera contabilidad. Digo, a mí todo esto –no estoy acusando nada, ni diciendo nada que no pueda comprobar y nada que no sea cierto–, en lo personal, me prende un reflector rojo. Algo está pasando ahí que yo no sé qué es, pero algo que no es normal. Para mí, no entra dentro de la normativa universitaria. Y ya se ve que dentro de la Universidad no se va a poder conseguir aclarar esto. Entonces, pido a las autoridades competentes que se haga una investigación a fondo externa a la UNAM al Instituto de Matemáticas. Del resto de la UNAM no sé nada. Yo sé de lo que yo viví y de lo que yo vi. Y ahí sí, digo, meto un grito de auxilio. Es urgente una investigación externa a la UNAM a fondo de lo que está pasando en el Instituto de Matemáticas. No ahora. Yo creo que esto ya tiene rato. Y como vengo a romper el esquema, pues mejor me sacan de la jugada. Esa es mi percepción, muy personal, que yo quería compartir. Que finalmente en el último mes de mi gestión, me vengo a dar cuenta cuál es el motivo de esta enorme animadversión, aparentemente injustificada, que ha habido en mi contra desde el inicio de mi gestión”.

—¿Ésa fue la única ocasión en la que vio anomalías de este tipo? Si llama la atención que quisieran comprar un cristal por 300 mil pesos. Y hacer una remodelación del jardín por 800 mil.

—Bueno, que yo haya constatado, es la única. Yo tenía muchas sospechas desde que esta contabilidad alterna, todo esto, por estas sospechas, el exrector me concedió la auditoría interna. Hubo bastantes irregularidades. Aparentemente todas se pueden solventar, pero la gente que las tiene que solventar pues son estas personas del mini departamentito que dicen que los documentos están esparcidos, que no los encuentran. Esa contabilidad sólo la llevaban ellas. Nadie metía mano ahí. Ellas contabilizaban y ellas reportaban directamente al director. Nadie más metía mano a esa contabilidad y ahora reportan que está esparcido los documentos que no saben dónde andan.

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