Bakú, Azerbaiyán. Eran las 18:00 horas, cuando empezó la conferencia de prensa del Grupo de los 77, los países africanos y el Grupo de países en desarrollo con ideas afines. Entre todos, estos grupos representan a 130 países, y al 80 por ciento de la población del mundo.
Antes de que apareciera el borrador de la nueva meta de financiación climática, un periodista preguntó sobre qué pensaban de los rumores filtrados de 200 millones de dólares anuales para cuantificar la meta; una cifra que está lejos del piso de 1.3 billones (millones de millones) de dólares, los cuales exigen los países del Sur desarrollo.
Diego Pacheco, delegado de Bolivia, se miró con sus pares de Kenia y Uganda, Ali Mohammed y Adonia Ayebare, antes de mirar fijamente por encima de sus lentes al periodista europeo y responder: “¿Es un chiste?. Luego sonrió. El mensaje quedó claro.
Mientras los stickers de WhatsApp –elaborados a partir de la reacción de Pacheco– se compartían, poco después de la conferencia de prensa se supo sobre un nuevo borrador de la meta de financiamiento. Un borrador que, en ese momento, no tenía un monto propuesto.
Sí hay plata
“El nuevo texto diagnostica correctamente el problema climático, incluyendo el financiamiento necesario para la adaptación y la transición energética”, destacó Mohamed Adow, fundador y director de Power Shift África.
Sólo para lograr el objetivo de triplicar las energías renovables, que acordaron los países el año pasado en Dubái, el nuevo texto reconocía que se necesitará una inversión de “más o menos 4 billones de dólares por año” hasta 2030.
Asimismo, hacía una cruel comparación: la cantidad de dinero que se movió en financiamiento para la crisis climática y en subsidios para los combustibles fósiles que nos llevaron a la crisis entre 2021 y 2022 es casi la misma: alrededor del billón de dólares por año.
Igualmente, el texto indicó que el dinero acordado debería “buscar un balance entre financiamiento a adaptación y mitigación”, un problema histórico en el acceso a fondos para el Sur global, los cuales eran necesarios para preparar sus sistemas de salud e infraestructura a inundaciones y sequías cada vez peores.
Para Adow, sin embargo, “el elefante en la sala es la falta de cifras específicas en el texto. Esta es la ‘COP del financiamiento’. Vinimos aquí a hablar de dinero. La forma de medir el dinero es con números”.
Carola Mejía, coordinadora de justicia climática de la Red Latinoamericana por la Justicia Económica y Social (Latinidadd), consideró como un avance la reducción de páginas y de opciones en el texto propuesto, que pasó de 25 hojas a 10 y de 15 opciones a sólo dos.
Pero, “las alternativas en carrera siguen siendo ampliamente divergentes. Reflejan una división entre el Norte y el Sur global que debe superarse en los próximos dos días”. Las dos visiones se veían reflejadas en el texto, no sólo en esos detalles.
La opción dos, que representa al Norte global, incluyó otros elementos, además del financiamiento público, “urgiendo un instrumento que movilice nuevas formas de financiamiento climático y financiamiento privado”, como los canjes de deuda por acción climática: bonos verdes, capital híbrido, préstamos en moneda local y mercados voluntarios de carbono.
Para la Campaña global Demandando Justicia Climática, este tipo de propuestas son impulsadas por los países desarrollados para “escapar de sus obligaciones históricas y pasarle la carga a los países en vías de desarrollo, no sólo en lo que refiere a acción climática ambiciosa, sino también el potencial fracaso” de la COP29.
“Los países desarrollados han demostrado que prefieren financiar guerras, conflictos, genocidios y subsidiar combustibles fósiles antes que proveer el urgente dinero para el clima”, se leía en el comunicado.
La diferencia no sólo está en el monto que sigue sin ser nombrado, sino también en el cuándo se debería empezar a pagar. El Sur global dice que tiene que ser desde el año que viene. El Norte global habla de llegar con la meta propuesta “para el 2035”.
“Para muchos países vulnerables, esperar hasta 2035 podría significar la diferencia entre supervivencia y devastación”, reflexionó Mejía de Latindadd.
El G77 que aglutina a 134 países del Sur, fue claro: “no vamos a abandonar Bakú sin un monto cuantitativo en el texto”.
La primera señal de que la COP29 no iba a terminar el 22 de noviembre vino de un correo que avisaba que los buses eléctricos, los cuales eran utilizados por los delegados, habían extendido su servicio al menos hasta el sábado 23 de noviembre.
Maximiliano Manzoni/Inter Press Service (IPS)*
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