Tratados de libre comercio, la punta de lanza de Estados Unidos para aliviar sus crisis de sobreproducción agrícola y, al mismo tiempo, socavar la soberanía alimentaria de las naciones. Con apoyos desleales a su industria y uso de transgénicos, busca someter a México. La batalla que libra hoy el Estado mexicano no sólo es en defensa de sus invaluables razas de maíz, sino del derecho a garantizar una alimentación sana a las poblaciones de todos los países
La disputa del gobierno estadunidense contra las políticas de México sobre restringir el maíz transgénico es el ejemplo más reciente del mal uso de un tratado comercial para impedir los programas sociales mexicanos y de otros países. Con cinismo e hipocresía, avanza los intereses de las empresas trasnacionales; el costo, la seguridad alimentaria en el mundo.
Estados Unidos persigue tales estrategias, con el objetivo de ampliar sus mercados. De esta manera, disponer de los excesos de granos que sobreproduce y vende a precios bajos.
Sus políticas agrícolas favorecen e incentivan la sobreproducción de cultivos como el maíz, la soya y el trigo. Al mismo tiempo, disminuyen los precios con una oferta que excede la demanda. Estas estrategias sirven a los intereses de los agronegocios, los cuales benefician a la alta demanda por sus semillas, agroquímicos y maquinaria, además de los precios bajos para el forraje, las fabricas de etanol y la comida altamente procesada.
Sin embargo, los agricultores sufren por los precios bajos. Los insumos suben de precio y se mantienen así debido a una concentración de empresas. Como demuestra la gráfica, entre 1980 y 2020 los agricultores estadunidenses tuvieron pérdidas de ventas. La línea de abajo representa las ganancias sin subsidios, mientras el periodo 2007-2013 se le conoce como “la crisis alimentaria”. La línea de arriba representa las ganancias con subsidios. Incluso en este caso, la mayoría sigue teniendo pérdidas.
Los subsidios en sí no causan la sobreproducción. Más bien, son una respuesta que mantiene el sistema para los agronegocios.
Entre 1950 y 1960, Estados Unidos tuvo una política de manejo de la oferta para reducir la sobreproducción, así alcanzar un equilibrio entre la oferta y la demanda. De esta manera, mantener los precios a un nivel más adecuado para los productores. Ya no más: el incremento en la producción requiere que se abran mercados internacionales, con el objetivo de vender los excesos, por lo general, a precios por debajo de los costos de producción. A esto, se le conoce como “dumping agrícola”.
Un programa que sobrevive es el de la leche en Canadá. Sin embargo, Estados Unidos buscó acabar con éste, pese a ser un éxito. Utilizó el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (Temec), con el objetivo de abrir el mercado canadiense para sus lecheros, quienes continúan en una ola de sobreproducción.
Los granjeros estadunidenses no se salvan de los precios bajos, aunque se abra el mercado canadiense. Requieren un programa parecido al de ese país y algunas organizaciones del campo exigen políticas que incluyan protecciones contra los monopolios lecheros, los cuales han acabado con cientos de granjas familiares.
Por las exportaciones de lácteos estadunidenses a México bajo el Temec, los lecheros mexicanos sufren del dumping. La leche es uno de los productos prioritarios del gobierno mexicano para recuperar un margen de autosuficiencia, sin embargo, resulta difícil conseguirla debido a los precios bajos.
A pesar de una caída en los precios domésticos por la presión del dumping, la producción nacional va subiendo. Pero, año tras año, aumentan las importaciones de Estados Unidos. Esta situación debilita los esfuerzos de estimular la producción nacional.
En mayo de este año, publiqué un informe sobre el dumping estadunidense –con el titulo Nadar contra corriente–. Está enfocado particularmente en los productos básicos en México –maíz, trigo, arroz, frijol, y leche–. En cada caso, vemos un aumento dramático en las exportaciones bajo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), además de una caída de los precios nacionales debido a la competencia de los productos importados. La producción nacional sufre. Se estanca, o cae, por más de 60 por ciento.
En el trigo, por ejemplo, se ve ese desplome, mientras que las importaciones se incrementan en un 68 por ciento. Antes del TLCAN, México producía el 80 por ciento del trigo que consumía.
Respecto al maíz, surgieron las exportaciones por más de 400 por ciento después del TLCAN, a precios 19 por ciento más bajos que los costos de producción. Esto representó una caída del 66 por ciento.
México ha mantenido su producción de maíces blancos y nativos. Sin embargo, no ha logrado estimular el incremento dramático en los cultivos que busca el gobierno. En gran parte, es por el dumping agrícola de Estados Unidos.
Los tratados de libre comercio sólo existen para abrir los mercados a las transnacionales. Antes del TLCAN, México tenía el derecho de poner aranceles, con el fin de proteger a sus agricultores. Ya no.
Hoy, el gobierno estadunidense usa el Temec para debilitar las políticas del gobierno mexicano. El decreto vigente apenas restringe las exportaciones del maíz transgénico. Aún así, Estados Unidos desea imponer su régimen de agricultura dominada por la industria de los agroquímicos con sus semillas transgénicas y su herbicida Roundup.
Insiste en imponer su visión de la ciencia –escrita por las empresas trasnacionales– por encima de las investigaciones de México y, peor aún, por encima de su soberanía alimentaria. Persiste la disputa, aunque el gobierno mexicano moderó sus políticas para reducir los impactos al comercio internacional. Hasta el Temec reconoce el derecho de tomar medidas precautorias basadas en la ciencia y con procesos transparentes.
¿Cuáles son las medidas que puede tomar México que no afecten el comercio? No limitan las importaciones, sólo el uso de maíz transgénico para la elaboración de tortillas. Las fronteras quedan abiertas para cualquier maíz no-transgénico, incluso de Estados Unidos.
Pero lo más importantes es ¿por qué México no merece tener un espacio soberano para tomar medidas precautorias, con el fin de avanzar en la salud pública y en la protección de la diversidad de sus maíces nativos?
Estados Unidos tiene una larga historia de usar los acuerdos comerciales para debilitar los programas de combate al hambre. Desde 2013, en la Organización Mundial del Comercio el gobierno estadunidense impuso una disputa cínica a India por su programa nacional de seguridad alimentaria. El mismo fue establecido con los esfuerzos de un movimiento nacional, el cual luchó por el derecho a la alimentación. India es el país que más sufre por la hambruna con cientos de millones de personas sin comida suficiente.
El programa garantiza una distribución gratuita de alimentos básicos a las personas de bajos recursos por medio de centros de abasto. El gobierno hindú compra arroz, trigo y otros cultivos a los productores de pequeñas y medianas empresas a precios fijos y justos. Ha sido un gran éxito. Bajó la pobreza y la inseguridad alimentaria tanto para los agricultores por los precios razonables como para los cientos de millones de ciudadanos necesitados que reciben el beneficio.
Utilizando unas reglas viejas de la Organización Mundial de Comercio, Estados Unidos abrió una disputa formal. Argumentó que los precios de garantía ofrecidos por el gobierno a los agricultores hindúes violan el acuerdo. Además, indicó que India está perjudicando a los exportadores, quienes no reciben el mismo precio y que representa un subsidio excesivo para sus agricultores.
¡Imagínense la hipocresía! Estados Unidos –con sus miles de millones de dólares de subsidios a agricultores que no son pobres– está acusando a India de proveer subsidios excesivos a sus agricultores, quienes sí son pobres.
Es un precio de garantía, no un subsidio directo. Forma parte de la iniciativa contra el hambre que golpea a India sin piedad. Hasta ahora, la disputa continúa sin resolverse. Y, afortunadamente, se sigue aplicando el programa.
Los tratados comerciales en gran parte representan una amenaza a la soberanía alimentaria. Son escritos por los países ricos y para sus empresas trasnacionales. México tiene el derecho de defender su política de restringir el maíz transgénico. Ojalá el panel de arbitraje reconozca el cinismo de Estados Unidos en tratar de aplicar las reglas del Temec a una iniciativa que apenas toca sus exportaciones e intereses.
Y ojalá algún día logremos un acuerdo internacional para eliminar la hipocresía de Estados Unidos y de los otros países ricos.
Timothy A Wise*
*Asesor principal del Instituto de Política Agrícola y Comercial (IATP), donde su trabajo se centra en el Futuro de la Alimentación. Síntesis de una ponencia ofrecida el 30 de noviembre de 2023, en la Conferencia Internacional sobre Autosuficiencia Alimentaria y Agroecología celebrada, en Oaxaca, México