La responsabilidad del complejo militar-industrial en la crisis climática

La responsabilidad del complejo militar-industrial en la crisis climática

FOTO: 123RF

El cambio climático es una amenaza para la supervivencia de la humanidad y de muchas otras especies. Entre más gases con efecto invernadero se liberan a la atmósfera, mayor calentamiento del planeta; mientras mayor calentamiento, es más probable que lleguemos a los puntos de no retorno o de inflexión de los sistemas climáticos y biológicos del planeta. Esto es, la alteración en un sistema climático o biológico llega a un umbral a partir del cual el cambio se acelera y se vuelve irreversible. Así puede ocurrir con el derretimiento de las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida. La selva del Amazonas ha ido perdiendo humedad y puede llegar un momento en el cual la selva ya no se sostenga y se transforme en sabana. Las corrientes globales de circulación marina se han lentificado y puede llegar el día en que estas se detengan. Por eso, el reporte sobre puntos de inflexión publicado en 2023 y firmado por 200 científicas y científicos de 90 centros de investigación, concluye que: “los puntos de inflexión negativos en el mundo natural son una de las amenazas más grandes para la humanidad; desencadenarlos dañarían los sistemas de soporte de la vida y la estabilidad social. Sus efectos se transmitirían y amplificarían en nuestro mundo globalizado. Para mitigar estos riesgos, debemos centrarnos en los puntos de inflexión positivos, es decir, en las oportunidades en las que los cambios beneficiosos se vuelvan autosostenibles. La historia demuestra que los cambios sociales rápidos son posibles”.

A pesar de que entendemos el proceso del calentamiento global desde 1896; a pesar de que Charles Kelling (1928-2005) advirtió sobre el aumento del CO2 en la atmósfera desde 1960; a pesar de que a principios de la década de 1970 se dio la alarma del cambio climático y de la Primera Conferencia Mundial sobre el Clima en Ginebra en 1979; a pesar de que James Hansen, científico de la NASA y activista, alertó en el Congreso de Estados Unidos en 1988 de las consecuencias del cambio climático; a pesar de los seis reportes del Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático y de las 29 Conferencias de las Partes, las emisiones de gases con efecto invernadero globales siguen en aumento: 1.5 por ciento cada año. Se ha contaminado más desde 1992, cuando virtualmente todos los países del mundo acordaron ‘prevenir la interferencia antropogénica con los sistemas climáticos del planeta’, que en toda la historia humana previa.

Según el reporte de las Naciones Unidas Emissions Gap 2024, se necesitaría reducir las emisiones de gases con efecto invernadero al 43 por ciento para el 2030 y al 57 por ciento para 2035 para que la temperatura promedio del planeta aumente solo 1.5 °C. A partir de 1.5 °C, los riesgos de cruzar los puntos de no retorno son muy altos. Sin embargo, 45 años después de la primera conferencia mundial sobre el clima (Ginebra, 1979), la producción de combustibles fósiles va en aumento. Entre el 2011 y el 2021, Estados Unidos aumentó ciento por ciento su producción de petróleo, Canadá 52 por ciento, Irak 57 por ciento, Brasil 38 por ciento; y en los siguientes dos años (2021 – 2023), estos países siguieron aumentando la producción de crudo, al igual que Arabia Saudita, Irán, los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait. En ese periodo hubo un incremento en la producción de gas metano (mal llamado ‘gas natural’) del 34.5 por ciento. A nivel mundial y desde 2019, cuando se comenzó a estimar anualmente, el mundo sigue produciendo el doble de combustibles fósiles de lo que es compatible con mantener un calentamiento global de 1.5 °C.

Esta energía fósil se quema para hacer crecer los sectores económicos que contribuyen al PIB, como la moda rápida, la producción de plástico, la industria del transporte, incluidos los jets y yates privados. Es un sector social minoritario, el del gran capital, el que toma las decisiones de qué producir en función de sus ganancias. A ese sector no le importa cuánto está contaminando la atmósfera, lo que produce, ni los efectos que causan sus productos en la población. Productos que incluso enferman a la población, como la comida chatarra o los microplásticos que están en nuestras arterias. Como ha advertido el antropólogo económico Jason Hickel, somos rehenes de un sistema económico irracional.

Uno de esos sectores económicos que más contamina es el de las fuerzas armadas. Por décadas, hemos sabido poco sobre su contaminación, porque Estados Unidos presionó para que se eximiera la actividad militar del Protocolo de Kioto de 1997 (el cual, EU nunca ratificó). Durante las negociaciones de París de 2015 se eliminó esa exención a los militares, pero su reporte es ‘opcional’. Las declaraciones sobre el consumo energético de las actividades militares, casi de todos los países, son sumamente limitadas e inespecíficas. Pero ahora sabemos que el impacto ambiental del complejo industrial militar es enorme.

Se estima que el consumo de energéticos fósiles de las fuerzas armadas es de al menos un 5.5 por ciento de la emisión de CO2 total. Los campos petrolíferos incendiados en 1991 durante la Segunda Guerra del Golfo, bajo el mandato de George Bush (padre), contribuyeron con un 2 por ciento a las emisiones mundiales de ese año. Con las más de 190 intervenciones militares de los Estados Unidos desde 1945 a la fecha, los cientos de bases militares en todo el mundo (actualmente 750-800 en 80 países) y un gasto militar equivalente al 40 por ciento del gasto militar global, los militares de Estados Unidos son probablemente responsables de un 4 por ciento en las emisiones globales. La maquinaria militar estadunidense es el mayor consumidor institucional de hidrocarburos del mundo, con más emisiones que países industrializados como Portugal y Dinamarca.

El gasto militar mundial ha aumentado un 37 por ciento entre 2015 y 2024. En 2024 hubo un aumento del 9.4 por ciento en ese gasto, principalmente en Europa por la guerra en Ucrania y en el Medio Oriente por la guerra en Gaza. Estados Unidos ha presionado a los otros miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para que aumenten el gasto militar a un 5 por ciento del PIB de cada país. Ya desde el 25 de junio de 2024 los miembros de la OTAN aprobaron incrementar el gasto militar a 5 por ciento para 2035. La huella de carbono militar de la OTAN es de por sí enorme, con emisiones en el 2023 de 233 millones de toneladas métricas de CO2 equivalentes (tCO2eq), con un aumento entre el 2012 y el 2023 de 30 millones de tCO2eq. Si los 31 miembros de la OTAN cumplieran con el 2 por ciento del PIB en gasto militar para 2028, tendrían que invertir 11.8 mil billones de dólares adicionales y con ello la huella de carbono de los militares aumentaría proporcionalmente.

El monto solicitado por Donald Trump al Congreso estadunidense para el gasto militar del próximo año fiscal es de 1.01 billones de dólares, que equivale al 60 por ciento del presupuesto total. Más de 412 mil millones de dólares a los departamentos de Seguridad Nacional y de Justicia (+64.6 por ciento). Un enorme aumento en el gasto militar y policiaco y una consecuente reducción en “programas progresistas”, particularmente en Salud, Vivienda-Desarrollo Urbano, Educación, Cultura-Programas internacionales. Además, Trump pretende invertir 1 billón de dólares en arsenal nuclear en la próxima década. Northrop Grumman, General Dynamics y Lockheed Martin recibirán decenas de miles de millones en nuevos contratos para renovar instalaciones, crear nuevas bombas y mecanismos de lanzamiento. Con esto se aumenta el riesgo de una nueva carrera armamentista nuclear, así como la posibilidad de un conflicto nuclear, además de que va en contra del Tratado de no Proliferación Nuclear.

Solamente del bombardeo y la invasión de Gaza, Israel emitirá a la atmósfera 31 millones de tCO2eq en 15 meses. Esto sin contar con la expansión de la guerra en otras regiones como el bombardeo de Israel en Líbano, ni las represalias de Irán y los hutíes en Yemen y ahora el bombardeo a Irán. La destrucción, limpieza y reconstrucción de Gaza costará al planeta 31 millones de tCO2eq. Además, durante los primeros 15 meses de guerra en Ucrania se emitieron 150 millones de tCO2eq. El precio de las guerras actuales es inaudito, no sólo en el inmenso sufrimiento humano y la destrucción material, sino también en el costo que tiene en la contaminación atmosférica y el cambio climático.

Entre 2020 y 2024 los mayores exportadores de armas en el mundo fueron Estados Unidos (43 por ciento), Francia (9.6 por ciento) y Rusia (7.8 por ciento). Con respecto al quinquenio anterior, algunos países como Estados Unidos (+21 por ciento), Francia (+11 por ciento), Italia (+138 por ciento) y España (+29 por ciento) aumentaron sus exportaciones de armas; otros como Rusia (-64 por ciento) y China (-5.4 por ciento) las redujeron. Con las guerras y el inmenso gasto militar, la humanidad entera pierde; pero hay otros que ganan: los accionistas y directivos de las empresas de combustibles fósiles y armamentistas. Los que se benefician con el gasto militar y la guerra son las empresas petroleras como Aramco, ExxonMobil, Chevron Corporation, PetroChina, Shell, TotalEnergies, ConocoPhillip, British Petroleum. Y las empresas armamentistas como Lockheed Martin, RTX, Northrop Grumman, Boeing, General Dynamics, BAE Systems, Elbit Systems. Además, se benefician los bancos corporativos y las financieras que invierten dinero en acciones de esas empresas y, por supuesto, la micro élite de multimillonarios.

Pero recientemente un nuevo sector ha entrado al negocio de la guerra: Microsoft, OpenAI, Google, Amazon e IBM venden a Israel sus servicios de almacenamiento de datos y de inteligencia artificial para identificar objetivos humanos y materiales e interceptar comunicaciones. Estos sistemas no son exactos ni están exentos de errores, por lo que su uso es probablemente responsable de miles de muertes de civiles. La participación de estas compañías tecnológicas en el genocidio de Palestina las hace cómplices de crímenes de guerra.

La crisis climática es un síntoma terrible de nuestro sistema económico en el que unos pocos siempre ganan mucho y la gran mayoría siempre pierde. Según el IPCC: “hay una pequeña ventana de oportunidad para asegurar un futuro sostenible en el que todxs podamos vivir; esta ventana se está cerrando rápidamente”. Necesitamos el compromiso de todxs para que esa ventana no se cierre y cambiar de raíz nuestro sistema económico para así poder mitigar la crisis climática y ecológica en la que estamos inmersos.

Referencias clave:

https://www.aljazeera.com/news/2023/12/12/elephant-in-the-room-the-us-militarys-devastating-carbon-footprint

https://thewarhorse.org/world-military-pollution-in-spotlight-at-un-climate-summit/

https://foreignpolicy.com/2024/07/26/military-energy-defense-renewable-oil-gas-transition-weapons/

https://www.theatlantic.com/science/archive/2024/01/military-emissions-climate-cop28/677151/

https://link.springer.com/article/10.1007/s00267-024-01976-4

https://ceobs.org/wp-content/uploads/2022/11/SGR-CEOBS_Estimating_Global_MIlitary_GHG_Emissions.pdf

https://watson.brown.edu/costsofwar/papers/ClimateChangeandCostofWar

https://www.tni.org/files/2022-11/Climate por ciento20Collateral por ciento20- por ciento20ExecSumm por ciento20- por ciento20english.pdf

https://reliefweb.int/report/world/climate-crossfire-how-natos-2-military-spending-targets-contribute-climate-breakdown-enca

https://www.ips-journal.eu

Ornela De Gasperin Quintero* Wilhelm Hansberg**

*Investigadora Titular A, red de eco-etología, INECOL, AC; miembro de Rebelión Científica capítulo México; miembro de Académicxs con Palestina contra el Genocidio; miembro del Laboratorio Nacional de Biología del Cambio Climático, SECIHTI, Ciudad de México, México

**Investigador Titular C, Instituto de Fisiología Celular, UNAM; miembro de Rebelión Científica capítulo México

Te puede interesar: Impactos de los medios en la opinión pública sobre el cambio climático y el genocidio