A 700 años de su fundación… Tenochtitlan vive

A 700 años de su fundación… Tenochtitlan vive

Este año 2025, la Ciudad de México conmemora dos grandes aniversarios: los 700 años de la fundación de Tenochtitlan
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Este año 2025, la Ciudad de México conmemora dos grandes aniversarios: los 700 años de la fundación de Tenochtitlan y los 500 años del artero asesinato de su último tlahtoani, Cuauhtémoc, en manos de Hernán Cortés, el 28 de febrero de 1525.

Los invasores españoles destruyeron la ueyi altepetl (gran ciudad); no dejaron piedra sobre piedra. Además, ejecutaron un genocidio, tal como ahora hacen los sionistas en Gaza, donde asesinan a los palestinos.

Sin embargo, los cimientos de Mexico-Tenochtitlan son tan profundos y ricos que sus huellas permanecen. La herencia precuauhtémica está presente, no sólo en la traza urbana y en las obras de arte que aún se conservan, sino también en el consciente y en el inconsciente dentro de nuestras mentes y corazones.

Hace 10 mil años se comenzó a poblar la Cuenca de México. Tlatilco, Cuicuilco y Copilco fueron de los primeros asentamientos. En el Valle de México, hace 2 mil años, existían ya aldeas en Azcapotzalco y en Culhuacán.

Primero llegaron los xochimilcas a la rivera del lago Xochimilco; luego los Chalcas, los Tepanecas, los Culhuas, Tlahuicas, etcétera. Los mexicas fueron los últimos en llegar.

Después de haberse radicado en Chapultepec y Culhuacán, se asentaron en una pequeña isla que pertenecía a Azcapotzalco, donde el tlahtoani Acolnahuac –antecesor de su hijo, el tlahtoani Tezozomoc– les dio permiso para poblarla, hace 700 años.

Era insignificante, pedregosa y llena de serpientes, por lo que sus vecinos consideraban que no valía nada. Sin embargo, los laboriosos mexicas aprendieron de los xochimilcas a construir chinampas. Así pudieron extender la isla. Originalmente, se crearon cuatro calpullis: Atzacualco, Teopan, Moyotla y Cuepopan; luego de cada uno de ellos, se derivaron cinco calpullis.

Tenochtitlan es el nombre del altépetl o ciudad fundada hace 700 años en la Cuenca de México, en el lago de Texcoco. Había otros cuatro lagos: Zumpango, Xaltocan, Xochimilco y Chalco.

Tenochtitlan viene de las palabras en náhuatl: tetl (piedra), nochtli (tuna o nopal) y tlan (abundancial) significa “en el pedregal donde abundan las tunas”. Esa pequeña isla creció gracias a las chinampas hasta convertirse en ueyi altépetl o gran ciudad.

En Tenochtitlan, se construyeron grandes calzadas y se urbanizó el espacio. Se conjuntaban las calzadas con los canales; las calles con las acequias. Fue una ciudad lacustre por excelencia. Muchas de las grandes avenidas actuales son precuauhtémicas: México-Tacuba, Tacuba-Azcapotzalco, Tlalpan, Iztapalapa, Vallejo, Tepeyac, Nonoalco-Tlatelolco y Tenayuca.

Se hicieron grandes obras hidráulicas, acueductos como el de Churubusco (Huitzilopochco), el de Chapultepec y el albarradón de Nezahualcóyotl de 16 kilómetros, con el objetivo de separar el agua salada de la dulce. La increíble innovación en su desarrollo sorprende a propios y extraños hasta el día de hoy.

En la cuenca, tenían como base de su organización política y social los calpulli familiares, que agrupaban a grandes núcleos. Éstos se unían en los llamados icniuyotl (hermandad) formando pueblos, y se agrupaban en federaciones y confederaciones. Nunca existió un Imperio como inventaron los españoles, quienes calcaron sus instituciones europeas a las del Anáhuac, donde se vivía una organización distinta.

Eran autosuficientes en la alimentación y tenían la cultura del maíz. Los calpullis producían maíz, frijol, calabaza, chile, etcétera. Además, tenían una especialidad ya sea económica, social o política. Algunos se especializaban en la siembra de frutas, verduras, legumbres, flores, embarcaciones, comercio o el gobierno. El tótem representativo del importante calpulli especializado en el gobierno era el Águila.

Desde sus orígenes, la Ciudad de México ha sido una ciudad de ciudades, como lo refiere la cronista Ángeles González Gamio. Había alrededor de 60 altepetl, los cuales eran centros urbanos con diversos pueblos o icniuyotl: Xochimilco, Tlalpan, Coyoacán, Cuajimalpa, Mixcoac, Iztapalapa, Iztacalco, Tláhuac, Tacuba, Tizapan, Azcapotzalco, Tultitlan, Cuautitlán, Chimalhuacán. En aquella época, eran pueblos diferentes entre sí, pero aliados.

A diferencia de Europa o Asia donde sí existieron imperios, aquí había un sistema político original basado en alianzas entre los pueblos, hegemonizado por la Triple Alianza: México-Tenochtitlan, Tacuba y Texcoco.

Las alianzas se iban recomponiendo con el tiempo. Esta triple alianza sustituyó a la de: Azcapotzalco, Texcoco y Culhuacan. Entre los mayas, existió la de Uxmal, Chichén Itzá y Mayapán. En Puebla, la de Huejotzingo, Tlaxcala y Cholula.

También, se dio la triple alianza entre Tula, Otompan y Culhuacán, la cual gobernó el mal llamado imperio tolteca. Luego, tras la caída de Tula, primero se aliaron Culhuacan, Tenayuca y Xaltocan; posteriormente a Azcapotzalco, Coatlichan y Xaltocan.

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La confederación de pueblos era la forma de lograr unión y hegemonía ante los otros. Frente a esta alianza, había otras federaciones, como la de Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula en el valle de Puebla, y en la zona purépecha, Patzcuaro, Ihuantzio y Tzintzuntzan.

Estas costumbres facilitaron a los invasores engañar a pueblos adversarios a la Triple Alianza. Les hicieron creer que ellos constituirían una nueva alianza. Sin embargo, al final una sola parte, España, se impuso y se apoderó de todo; hicieron a un lado a sus aliados.

Tenochtitlan desarrolló la educación y salud gratuitas. Cada persona, niño o anciano era protegido por su calpulli, y el gobierno se responsabilizaba en epidemias, inundaciones o sequías. Había zoológicos y jardines botánicos antes que en Europa. Era una gran civilización.

En Tenochtitlan, se levantó la arquitectura y la ingeniería. La comunicación entre los altépetl, el comercio y el intercambio eran incesantes. Dado el hecho que Tacuba, Texcoco y Tenochtitlán hegemonizaban sobre los demás pueblos en la zona, ahí fue que se concentraron los avances de su época.

Es claro que de aquella época queda memoria, vestigios físicos y lingüísticos. De esa época, quedaron raíces que aún conservamos. Por eso, el estudio de las toponimias indígenas es importante para conservar la memoria histórica, construir nuestra identidad y fortalecer el apego a nuestra ciudad.

En la cuenca de México, hay un desarrollo social y urbano desde hace miles de años. Durante siglos, la lengua predominante fue el náhuatl, gran parte de los nombres de los sitios, donde vivimos, nos movemos, trabajamos, visitamos son de origen náhuatl. Sin embargo, la mayoría de las personas no sabe su significado. Eso es tanto como no saber dónde estás parado.

Es de suma relevancia conocer las toponimias, los glifos de cada lugar y darlos a conocer a los habitantes de esos espacios. Y desde luego, estudiar el origen y significado de los nombres propios de los lugares, para que la gente aprecie y ame los lugares donde vive, tenga apego y luche por su mejoramiento.

Es muy importante aprender náhuatl. Muchísimos nombres en la cuenca de México tienen ese origen. Desde nuestra niñez, escuchamos muchísimas palabras de uso diario en ese idioma, sin saberlo.

Al ir conociendo el náhuatl, nos vamos reconociendo a nosotros mismos. Conocer los significados de los glifos es apasionante. Por ejemplo, tlan viene de tlantli que quiere decir “diente”.

Los dientes son muchos, están en un conjunto y en cada glifo dibujan un par de dientes. De este modo, tlan se usa para referir abundancia: Zapotitlán, “donde abundan los zapotes”, Mazatlán, “donde abundan los venados”; Tomatlán, “donde abundan los tomates”, etcétera.

Es importante entender el significado de nuestro entorno. Todo el tiempo nos movemos en la metrópoli de Tlalnepantla a Azcapotzalco; viajamos a Texcoco; tomamos el metro Tacuba al metro Popotla; y transitamos por la avenida Cuauhtémoc rumbo a Coyoacán.

Asimismo, usamos nahuatlismos. Vamos a tomar chocolate con los cuates; apapachamos a la pareja; le ponemos aguacate al taco; y salimos a comer elotes o esquites con chile. Inconscientemente, estamos cerca de nuestro origen náhuatl.

Hay avenidas como Vallejo que son prehispánicas. Su nombre original era Tenayuca, y se le puso Vallejo por un gran hacendado Antonio Vallejo, quien era dueño de toda la tierra.

El náhuatl es parte familiar y entrañable de nuestro ser. Pronunciamos cientos de palabras en náhuatl y nahuatlismos los días. Entender el significado de esas palabras es comprendernos a nosotros mismos: dónde estamos, el porqué de tantas cosas. Es un gusto descubrir el mundo en el que nos movemos y entenderlo como un nuevo mundo, profundo, antiguo, inquietante. Hasta la palabra wey tiene origen náhuatl.

El náhuatl en la cuenca de México y todas y cada una de las lenguas originarias en las diferentes regiones del país deben ser materia obligatoria en las escuelas. Cada lengua es un tesoro que hemos de preservar. A nosotros nos toca rescatar las lenguas originarias.

Es bueno aprender inglés, francés o chino, pero en primer lugar debemos conocer nuestras propias lenguas. Provenimos de una muy grande civilización y mucha gente lo ignora por completo. Cree que nuestros antepasados fueron “salvajes y sanguinarios”.

Actualmente, la aplastante mayoría de los textos que utilizan las escuelas siguen repitiendo la historia oficial con una visión dominante que es la de los colonialistas hispanos.

Es necesario estudiar la verdadera historia, tal como sucedió.

Y no como la contaron los militares que efectuaron la invasión del Anáhuac. No sabían, ni querían conocer la realidad sobre nuestra cultura. Hay que tomar en cuenta que lo que se escribió durante la Colonia estaba sujeto a la censura de la Inquisición y de la Corona.

Tenemos los elementos para entender lo que ocurrió hace 500 años. Es necesario revalorar nuestra historia y las civilizaciones en el Anáhuac. A su vez, es imprescindible que las escuelas estudien la historia local y regional, desde sus orígenes; además de tener la mirada primero en nuestra tierra y también, desde luego, en el conocimiento universal.

Originalmente y por siglos, cada lugar tenía un nombre propio, que le daba identidad. En el Anáhuac, las características de un sitio se reflejaban en su nombre, por ejemplo, por la orografía de la cuenca, en Mixcoac, había grandes trombas cuando llovía.           Por eso su apelativo: mixtli (nube) y coatl (serpiente). Significa “lugar de las nubes en forma de serpiente”.

Como hemos visto, muchos de los lugares conservan su nombre náhuatl, otros fueron distorsionados por los españoles. Por ejemplo, a Huitzilopochco lo llamaron Churubusco. De igual manera, a todos les añadieron un nombre cristiano: Santiago Tlatelolco, San Juan Tlihuaca, Santa Martha Acatitla, etcétera.

En algunos, permanecen ambos nombres; en otros, predominó el náhuatl, como en San Bartolomé Naucalpan o San Esteban Popotla, el cual perdió el nombre cristiano.

En algunos más, desapareció el nombre náhuatl, como en San Ángel. Antes, se llamaba Tenanitla, “en el muro de piedra”. Y en general, los nombres se “españolizaron”: Coyohuacan (lugar de coyotes) hoy se llama Coyoacán; Tlacopan se convirtió en Tacuba,  y así.

Otros nombres de plano fueron impuestos por los invasores españoles, como Puente de Alvarado. Éste recuerda a aquel siniestro personaje que realizó crueles matanzas como la de la Fiesta de Tóxcatl. Ahí, masacró a miles de danzantes en la Plaza Mayor.

Por cierto, en 2021, se le cambió el nombre a México Tenochtitlan como parte de las conmemoraciones de los 500 años de la rendición de la ciudad frente a los invasores europeos.

A 700 años de su fundación, Tenochtitlan vive. “In quexquichcauh maniz cemanahuatl, ayc pollihuiz yn itenyo yn itauhcain Mexico-Tenochtitlan”; en náhuatl, se traduce como: “Mientras permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México-Tenochtitlán”.

A 500 años del magnicidio del máximo héroe de la resistencia, la lucha sigue en México ahora por el agua, la tierra y la vida, contra los megaproyectos neoliberales, el neocolonialismo y la dominación de Estados Unidos. Nuestra lucha actual tiene profundas y fuertes raíces que nos impulsan a enfrentarnos por un futuro de independencia y soberanía.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

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