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Voracidad de potencias y trasnacionales acelera deshielo del Ártico

Voracidad de potencias y trasnacionales acelera deshielo del Ártico

José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias

 “Si nos parece que ahora hace calor, ¡esperad a que desaparezca el hielo Ártico!”, alerta el explorador Lonnie Dupre. El Océano Glacial Ártico, uno de nuestros termostatos, se encuentra más amenazado que nunca. Osos polares, lobos, caribúes y cientos de miles de aves migratorias están condenados a la extinción. El equilibro ecológico de la región está amenazado por el ritmo de industrialización y por la explotación de minas y yacimientos de petróleo. El calentamiento global ha descubierto las riquezas del Ártico: petróleo, gas natural, diamantes… Gobiernos y multinacionales han tomado posiciones. Su rápido deshielo amenaza al mundo y el botín del hielo ártico mantiene una guerra por la extracción de sus minerales, la pesca o una soñada ruta marítima que conecte el Océano Pacífico con el Océano Atlántico. Muchas empresas quieren apuntarse a este nuevo campo de exploración que se estima esconde el 20 por ciento de las reservas de petróleo que quedan por descubrir. Canadá podría exportar en poco tiempo más diamantes que Sudáfrica y hay una guerra por los nuevos caladeros de pesca, el mapa pesquero mundial cambiará y la extracción de crudo en el planeta, que ve cómo sus pozos empiezan a tocar fondo, mirará hacia el Norte con avidez.

çEn el mes de enero se ha batido un nuevo récord, alerta Greenpeace. La extensión de hielo ártico en enero de 2015 ha sido la tercera más baja en ese mes desde 1979. El sector del petróleo, uno de los causantes del cambio climático y a su vez del deshielo, mira con ojos golosos el mar que se va abriendo en la frontera del Ártico.

Estados Unidos tiene tres empresas en el terreno de juego: Shell, ExxonMobil y Chevron, aunque sólo la primera mantiene planes activos y está pendiente de la decisión del presidente Barack Obama para perforar en el Mar de Chukchi, en las aguas de Alaska. Rusia cuenta con la presencia de Gazprom y Rosneft. La primera se encuentra ya perforando. Otros países con actividad son Suecia, a través de la empresa Lundin Petroleum y sus perforaciones en el mar de Barents; e Italia, cuya empresa Ente Nazionale Idrocarburi va a mandar una plataforma al Ártico noruego. Si el precio del barril volviese a subir por encima de los 100 dólares, podría ser de nuevo rentable, y más empresas podrían entrar de nuevo en el juego.

Frente a su búsqueda de beneficios a cualquier precio, cerca de 7 millones de personas han dicho ya en todo el mundo “no” a la explotación del Ártico. Greenpeace va a seguir oponiéndose a estos planes irresponsables, protestando o presionando a las empresas y organismos internacionales responsables de la explotación del Ártico.

Desde la década de 1960, las actividades en la Antártida están regidas por el Tratado Antártico, por lo que su exploración ha quedado consagrada a la cooperación internacional y siempre con fines científicos y pacíficos. En el Ártico no hay una legislación que prohíba las actividades lucrativas, ni un organismo que vele por la protección de este entorno debilitado y vulnerable frente a intereses destructivos.

Científicos del Programa de la Organización de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente aseguraron que el actual ritmo de desarrollo desembocará en un proceso de industrialización del 80 por ciento de la región para 2050, frente al 15 por ciento de la actualidad. La isla Melkoya era, hasta hace poco, una localidad pesquera llena de gaviotas. Siete años más tarde, y después de 7 mil 500 millones de euros invertidos, se ha convertido en una gigantesca planta de gas licuado.

Hay preocupación por los planes de apertura de una nueva ruta marítima entre el Mar de Barents y el estrecho de Bering. La llamada Ruta del Mar del Norte, un nuevo Canal de Suez, está destinada a acortar el tiempo de navegación, con sus 5 mil 600 kilómetros, entre Europa, la península escandinava, Rusia y el Lejano Oriente. Sin embargo, los investigadores señalan que la ruta promoverá la explotación de petróleo, gas natural y minerales en Siberia y, por tanto, aumentará el número de puertos, caminos y barcos en la región. Aunque el objetivo primario sea el desarrollo industrial, tal infraestructura acarreará consecuencias incontrolables.

Es preciso salvar el Ártico de la rapiña de explotadores sin escrúpulos, porque de esto depende la existencia de la vida en el planeta.

José Carlos García Fajardo*/Centro de Colaboraciones Solidarias

*Profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid; director del Centro de Colaboraciones Solidarias

 

 

 

 Contralínea 426 / del 01 al 07 de Marzo 2015