Una lectura geoeconómica desde América Latina

Una lectura geoeconómica desde América Latina

México fortalece un proyecto de esperanza en el que las izquierdas experimentan un proceso de reagrupamiento, frente a un neoliberalismo
FOTO: 123RF

En medio de fuertes tensiones bélicas en el mundo, en México se fortalece un proyecto de esperanza en el que las izquierdas experimentan un proceso de reagrupamiento, frente a un neoliberalismo en decadencia. Un momento dialéctico en el que, después de décadas en resistencia, se cuenta con la fuerza política necesaria a nivel nacional para plantear nuevas formas de organización económica y social.

Esto ha convertido a nuestro país en un faro de luz en la construcción de un nuevo horizonte de futuro en la región latinoamericana. Condición que lleva implícito un reto no menor para un continente caracterizado por la sobreposición desarticulada de diferentes tiempos históricos, modos de producción y concepciones del mundo. De ahí la que lectura económica simplemente no pueda hacerse al margen del análisis político y ajeno a la naturaleza.

Respecto al análisis político, un tema central es la democracia. La cual hasta ahora en nuestro continente sólo se nos ha presentado bajo una forma importada del sistema liberal europeo, que ha negado las particularidades de nuestros pueblos. De ahí que la capacidad de autorrepresentación sea una de las tareas que las clases trabajadoras latinoamericanas estén comenzando a proyectar. Esto se observa con la emergencia de representantes de sectores obreros y de pueblos indígenas como actores políticos y sociales clave en la región, quienes han llegado a ocupar los puestos de mayor representación en los máximos poderes de una república liberal –el Ejecutivo, el Legislativo y ahora el Judicial–, abriendo con ello un nuevo capítulo en la historia latinoamericana.

Ello, porque se sienta una base para un pacto social más incluyente. Y esto, a su vez, devela con mayor claridad el trazado de las complicidades y alianzas entre las clases dominantes, que durante décadas lograron “legitimar diversas formas de exclusión. Con defensores que se pronuncian en favor de los contrapesos institucionales, pero son incapaces de diferenciar entre el poder estatal y el poder económico. Aun cuando una de las características del neoliberalismo haya sido el rebase del poder económico –hoy trasnacional–, por encima del poder estatal. Muestra del completo extravío que diversos opinadores presentan a la hora de plantear lo que llaman contrapesos es que llegan a la insalvable incongruencia de defender a la oligarquía económica al tiempo que dicen defender las estructuras democráticas. De ahí que su presencia en esfera social se reduzca a un simulacro democrático cargado de discursos demagógicos –expresión de la forma corrupta de la democracia– por las constantes consignas clasistas y racistas, reflejo de su inclinación por la exclusión.

La reafirmación de la vida natural es otra de las consignas que con mayor fuerza comienza a presentarse en los pueblos latinoamericanos. Tema que durante décadas fue considerado como una exterioridad en los análisis económicos marginalistas, impulsores del neoliberalismo. De ahí que haya comenzado un proceso de recuperación de las investigaciones sobre la naturaleza, que contribuyen al distanciamiento de una visión de la historia reducida al progreso tecnológico, ya que la mejora en las fuerzas productivas no ha garantizado el desarrollo de los países, pero si está alterando su metabolismo con la naturaleza.

Esto lo han tenido muy claro nuestros pueblos ancestrales que, a diferencia de la cultura occidental, comprenden que los seres humanos en sociedad somos una unidad coherente con el mundo natural; es decir, una parte dentro de una totalidad. Y por totalidad no debemos entender a la suma de las partes, sino a la integración de todos los elementos en un espacio. En este sentido, como parte de esta totalidad, tenemos el Sur Global en donde se condensan las contradicciones del capitalismo, producto de la forma en la que la vida imperial ha organizado la producción. Y que ha mostrado ser incapaz de hacer realidad un mundo globalmente justo. Pues hoy se tiene suficiente evidencia para afirmar que la línea divisoria entre desarrollo y subdesarrollo no es una frontera geográfica (entre países) sino una frontera ético moral (entre las clases sociales y los intereses que persiguen).

Por esto y más, en nuestra América ha quedado muy claro que el tipo de transformación que tendremos, dependerá del carácter, extensión y profundidad del que cambio al que aspiremos. De ahí la necesidad de comenzar a construir una epistemología de la transformación, que eche mano de la memoria nos permita transitar de lo vivencial a lo conceptual. Ello porque, sin duda alguna, lo que viene después del neoliberalismo se está construyendo ahora, pues el futuro es contingente, es decir, no tiene un horizonte preestablecido. Y como tal, hay que construirlo de manera democrática y trazando vínculos de solidaridad regional.

Por último, no queda más que decir que los tiempos venideros sin duda serán turbulentos. Ya sea porque se agudicen las contradicciones con la conservación de las actuales políticas económicas, o porque se comience a luchar por el cambio. Pero es importante no olvidar que, en la historia del ser humano, ningún cambio estructural o revolucionario se ha conseguido con suavidad y buenos modales; que la historia de las luchas de clases siempre ha sido la génesis de los nuevos reacomodos económicos y sociales. Pero, sobre todo, que de lo que se trata es de siempre trabajar para que lo que venga sea lo mejor para todas y todos.

Cierro este comentario con una frase que hace años le leí a Simón Rodríguez, filósofo venezolano, tutor de Simón Bolívar y Andrés Bello: “o intentamos, o erramos”.

Carolina Hernández Calvario*

*Académica de la UAM Iztapalapa. Estudió la licenciatura y el doctorado en economía por la Facultad de Economía de la UNAM, y sus estudios de maestría en estudios latinoamericanos los realizó en la Facultad de Filosofía y Letras. Su campo de especialización es en economía política.

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