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Las claves del avance de la extrema derecha en Brasil

Las claves del avance de la extrema derecha en Brasil

La Habana, Cuba. Con la llegada al poder del excapitán del ejército Jair Messias Bolsonaro, la ultraderecha gana terreno en Brasil, al igual que ocurre en parte de Europa, si bien el fenómeno tiene sus propias particularidades a uno y otro lado del Atlántico.

Bolsonaro es un abierto defensor de las dictaduras que gobernaron el gigante sudamericano entre 1964 y 1985 y sus declaraciones racistas, machistas y homofóbicas han provocado el repudio de amplios sectores.

Sin embargo, en los comicios del 28 de octubre el candidato del Partido Social Liberal (PSL) se impuso con 55 por ciento de los votos, más de 10 puntos por encima de su rival, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores (PT).

Son varios los expertos que han tratado de analizar las causas de la inclinación del electorado hacia un representante de ideologías fascistas, defensor de la tortura y de la pena de muerte.

¿Cómo se explica la ascensión meteórica del candidato de un partido minúsculo, insignificante, que herido durante la campaña abandonó las calles y no participó en los debates televisivos?, se preguntaba el conocido teólogo brasileño Frei Betto.

Argumentaba el intelectual que Bolsonaro contó con el apoyo de tres importantes segmentos de la sociedad: las iglesias evangélicas de perfil conservador, la élite brasileña y el sector policial militar que siente nostalgia de los tiempos de la dictadura.

Durante los últimos años las iglesias evangélicas ganaron terreno en las nuevas ciudades y las favelas, allí donde hay poca presencia de la iglesia católica y del Estado. Según estimados, 22 por ciento de la población brasileña es protestante.
Muchos pastores, entre ellos los más mediáticos, declararon su apoyo al representante del PSL, por considerar que era el “ángel de la salvación” y “el único candidato que hablaba el idioma del evangelio”.

Bolsonaro fue presentado como el hombre capaz de restaurar el orden en un país con problemas de inseguridad y restablecer los valores morales.

Su propuesta de mano dura contra la delincuencia prevé facilitar el porte individual de armas, al igual que lo preconiza el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Esta coincidencia, unida a su retórica agresiva, racista y misógina, provocó que algunos lo apodaran como “el Trump brasileño”.

Al igual que el jefe de la Casa Blanca, Bolsonaro utilizó para su campaña a las redes sociales, sobre todo Facebook y WhatsApp, con más de 120 millones de seguidores en Brasil.

A través de WhatsApp se orquestó un plan para dañar la imagen de su rival del PT y varias compañías afines al aspirante de la ultraderecha, entre ellas la Havan, compraron paquetes de disparos masivos de mensajes falsos (fake news) hasta por 3.2 millones de dólares, según denunció el importante diario Folha de Sao Paulo.

El controversial excapitán del Ejército, de 63 años, eludió en todo momento el debate político, pero compensó la ausencia con la utilización de las redes sociales.

Supo Bolsonaro explotar ese nuevo recurso, utilizado también con éxito en la elección de Trump y en el referendo que decidió la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), advirtió Frei Betto.

El teólogo de la liberación menciona, además, entre las causas de su ascenso los errores cometidos por el PT, como el involucramiento de algunos miembros en casos de corrupción, la desatención a la alfabetización política de la población y el no haber implementado ninguna reforma estructural en los 13 años de gobierno, excepto la que cambió el régimen de contribución a la seguridad social.

Es cierto que durante los últimos 13 años 45 millones de brasileños salieron de la miseria, muchos fueron beneficiados con programas sociales como Luz para Todos, Mi Casa, Mi vida o con Más Médicos.

Pero varios gobiernos latinoamericanos cayeron en el error de creer que sacar de la pobreza a millones de familias las convertiría inexorablemente en portadoras de una nueva cultura solidaria, comunitaria, inmunizada ante el espejismo del consumismo y, por lo tanto, propensa a respaldar los proyectos reformistas, advirtió el politólogo argentino Atilio Borón.

Recordó Borón que en países como Argentina y Ecuador, una buena parte de los beneficiarios de las políticas de inclusión fueron captados por el discurso de la burguesía y las capas medias.

En el caso de Brasil la prensa hegemónica, con el auxilio de iglesias evangélicas, organizaron y concientizaron “en clave reaccionaria a las comunidades más vulnerables rescatadas de la pobreza extrema por los gobiernos de Lula y Dilma”, dijo.

En el análisis del auge de las corrientes más conservadoras otro factor importante lo constituyó, sin dudas, la maniobra para evitar la candidatura del líder del Partido de los Trabajadores, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

Lula fue encarcelado cuando todas las encuestas lo daban como favorito para ganar los comicios, incluso en primera vuelta. Esto obligó al PT a reemplazarlo y proclamar como candidato a Fernando Haddad, apenas unas 3 semanas antes de la contienda.

Fue el juez federal Sérgio Moro quien acusó y llevó a la cárcel al exmandatario por un supuesto delito de corrupción nunca probado y que –según denuncias– tuvo como objetivo sacarlo del juego para facilitar la victoria de la extrema derecha.

Para el historiador Luiz Felipe de Alencastro, la elección de Bolsonaro es una ruptura. Se trata de la primera vez en muchos años que la extrema derecha llega al poder por medio del voto, aseguró.

Alencastro comparó la elección de Bolsonaro con ascensos de políticos de esa misma ideología en Europa, como es el caso de Hungría, Austria, Polonia, Italia, Francia y Alemania, pero -según él-, aunque haya semejanza, el viejo continente tiene un “marco político, económico y cultural que enmarca” esos regímenes.

En Europa el auge de los partidos ultraconservadores está ligado a su discurso contra los migrantes, a quienes culpan de la crisis y de los problemas económicos y de inseguridad.

Los años en que trabajé como corresponsal de Prensa Latina en Francia (2011-2015) fueron los del ascenso paulatino de Marine Le Pen, hija del político de extrema derecha Jean-Marie Le Pen, conocido por su apología del fascismo y xenofobia.

Este progreso fue tal que en la primera vuelta de las elecciones de 2017 Marine logró pasar al segundo turno, donde perdió frente a Emmanuel Macron.

En el caso de Reino Unido, las campañas a favor de la salida de la Unión Europea, abreviada como Brexit, culpaban a los migrantes de ocupar los puestos laborales de los británicos y del aumento de la criminalidad.

Es una realidad que en Europa y Brasil las causas del ascenso de la ultraderecha son disímiles, pero sí hay coincidencias porque las ideologías más conservadoras promueven la defensa exacerbada de la identidad nacional y adoptan posiciones radicales o extremistas vinculadas a prácticas antidemocráticas.

Carmen Esquivel/Prensa Latina

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