Falsificación ideológica en posturas políticas y programáticas de la derecha en México

Falsificación ideológica en posturas políticas y programáticas de la derecha en México

La oposición ha acudido a un proceso progresivo de degeneración de las ideas políticas y a una simplificación de las mismas
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La narrativa histórica que la oposición en México unifica para la defensa del antiguo régimen –con todo lo que ello implica– ha venido construyendo no es sólo un conjunto de planteamientos justificadores de un lapso del trayecto histórico de la nación, el Estado y las fuerzas políticas mexicanas –es decir, del antiguo régimen–, mediante una vulgarización de las ideas originarias de la derecha histórica mexicana a partir de la pérdida del poder por el PRI y de los gobiernos fallidos de la alternancia, sino que constituye en sí misma una aberrante falsificación ideológica.

Ha acudido a un proceso progresivo de degeneración de las ideas políticas y a una simplificación de las mismas, porque usan conceptos de las ciencias sociales sacados totalmente de su articulación teórica y de su contexto histórico, para convertirlos en instrumentos adulterados de una guerra sucia de propaganda calumniadora, que en el mejor de los casos podemos llamar una falsificación ideológica destinada a preservar una base social progresivamente menguada, y para justificar una alianza de intereses de grupos oligárquicos y de líderes corruptos enriquecidos a la sombra de los cargos públicos, partidistas y parlamentarios que nada tiene que ver con una disputa política constitucional y programática por el poder, mediante ideologías y programas contrapuestos, a lo cual tendrían derecho.

Este planteamiento no significa que consideremos que todo en el bloque de fuerzas actualmente mayoritario y al frente del Estado y el gobierno nacional sea correcto y hasta perfecto: en su programa, en su praxis y en sus liderazgos, hay fallas importantes localizables, pero la mayoría de líderes, militantes e instituciones gestionadas al influjo de dicha fuerza política está muy lejos de acusar las trapacerías, corruptelas y crímenes cometidos por los partidos políticos de la alianza de derecha actual, particularmente, PRI y PAN. La fuerza política dominante hoy procede efectivamente en la búsqueda de las mejores opciones para el bienestar y la democracia para los mexicanos, aunque no siempre acierten.

Aunque la historia del PRD y de Movimiento Ciudadano tiene sus particularidades, los incluiremos dentro del bloque de fuerzas partidarias y sociales de oposición junto a los dos primeros partidos mencionados, porque han usado también la vulgarización teórico-conceptual con fines de falsificación ideológica en la deturpación de la fuerza política actualmente gobernante, en su combate político con la misma, incluso en desplantes de criminalizar a los líderes del gobierno anterior y del actual, e intentonas de judicializar la lucha política contra las izquierdas en el subcontinente latinoamericanas, como lo han hecho en toda la región las derechas oligárquicas impulsadas por las distintas administraciones de los gobiernos hegemonistas de Estados Unidos, con distintas variantes, en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Todo análisis político debe contener un análisis ideológico, implícito o explicito, para establecer cómo a partir de ello se expresan las contradicciones sociales y se conflictúan los mismos en grado progresivo, los intereses materiales y no materiales. Caso contrario, el análisis carece del sustrato material, político, moral y cultural, que poseen los grupos sociales que luchan por ejercer el poder público.

La disputa ideológica es la disputa de fondo por el poder, por las conciencias y la voluntad colectiva, tiene que ver con ganar los consensos, obtener la legitimidad y proceder escrupulosamente dentro de la legalidad constitucional.

El movimiento actual de la 4T-4R tiene la posibilidad, no de destruir la maquinaria del Estado, al decir de los clásicos, sino de proceder a una transformación sustantiva de todo el montaje de fuerza del mismo, que es su aparato de investigación, procuración e impartición de justicia, de sus cuerpos coercitivos armados, y de sus instrumentos de inteligencia y protección de la nación y de las instituciones públicas, a la vez que se fortalece la República democrática con ampliación de derechos sociales y políticos, la institucionalidad democrática y la democracia participativa, todo ello orientado a la construcción de un verdadero Estado social de derecho y bienestar.

Sin todo lo anterior, la lucha contra la corrupción estructural del Estado será inconclusa. Esto bien podríamos denominarlo la vía mexicana a la República democrática y de bienestar social. Se transforma la naturaleza autoritaria, oligárquica y corrupta del Estado, es un cambio estructural histórico.

Derrotar la andanada permanente de falsificación y vulgarización ideológica es parte primordial de dicho cambio, porque se pretende atacar la legitimidad y consenso del régimen transformador o transformista, y de su propio proyecto nacional, profundizando los términos de la construcción de la nueva hegemonía política-cultural de las fuerzas actuales en el poder.

  1. La falsificación ideológica y la judicialización de la lucha política

La falsificación ideológica como recurso retórico para ocultar su profunda identificación y responsabilidad histórica con los “gobiernos de la revolución” y “los gobiernos de la alternancia”, así como con sus constructos ideológicos y políticos que caracterizaron a dichos gobiernos, y los peores episodios de la historia mexicana que se vivieron con ellos, a pesar de que pudieron haber impulsado algunos o varios aspectos positivos, ambos partidos, PRI y PAN, en tales gobiernos, serán recordados por lo peor que sucedió en ellos:

  1. Las masacres políticas, los fraudes electorales, las crisis económicas y financieras de final de sexenio, y los vínculos con el narcotráfico de los últimos líderes.
  2. En el robo de una parte central del programa histórico de la derecha mexicana por parte de Carlos Salinas de Gortari, como lo consignó con fuerza el entonces candidato del PAN contra el propio Salinas en 1988, Manuel Clouthier, Maquío.
  3. Y en el caso del PAN, por el fraude electoral de Fox-Felipe Calderón contra AMLO en 2006, la entrega de las industrias energéticas a la empresa privada nacional y española, que inicia el PRI y rematan los gobiernos del PAN de Fox y Calderón, y eleva a rango constitucional Enrique Peña Nieto.
  4. Los casi seguros vínculos de ambos gobernantes tantas veces comentados en la prensa nacional y extranjera con los cárteles transnacionales de las drogas prohibidas, y de colaboradores del primer círculo presidencial como el caso conocido de Genero García Luna.
  5. La brutal caída durante 30 años del ingreso popular y la depauperización dramática del nivel de vida de los mexicanos, los pobres, los extremadamente pobres y los indigentes, los desempleados y subempleados, la caída del nivel de vida de las clases medias, en los sexenios ligados a ambos partidos y sus líderes.

Será difícil o será mínimo recordar algo más en positivo.

No obstante, estos desastres nacionales provocados en los últimos gobiernos por los gobiernos de su filiación partidista, los líderes actuales de ambos partidos se atrevieron a señalar al presidente AMLO como un Primer Mandatario con vínculos criminales con el cártel de Sinaloa, antes incluso, de “los periodicazos” del New York Times y The Washington Post, en donde sostuvieron que el presidente mexicano era investigado por la DEA por tales motivos, a pesar de que en dos ocasiones el gobierno de Joe Biden a través del Departamento de Justicia negó tal investigación. Cambiaron su narrativa calumniosa: antes si estuvo investigado.

La izquierda mexicana en cualquiera de sus variantes, desde la “lombardista” del líder histórico del Partido Popular Socialista, pasando por facciones del cardenismo y el Partido Comunista Mexicano incluyendo sus desprendimientos como el POCM, partido obrero y campesino mexicano, han sido anti imperialistas, identificando a Estados Unidos con esa categorización histórica, “país imperialista”, igual que en toda América Latina, por ello nunca han sido vistos con “buenos ojos” en EU, al contrario, históricamente ha habido una descalificación total hacia tales fuerzas y coadyuvado a su persecución en México, cuando los “gobiernos de la revolución” lo decidían.

Un AMLO proveniente de la línea del nacionalismo revolucionario del PRI, aliado con socialistas, comunistas, trotskistas y maoístas, fue un golpe severo para el entonces gobierno estadunidense. De manera que cuando pudieron trataron de enlodarlo con la peor campaña negra que puede hacerse en nuestros días: la sospecha de ser un gobernante de “izquierda” y sembrar la duda de sus vínculos con el narcotráfico nacional-regional. Aunque la aspiración y solicitud de derecha mexicana entreguista fue siempre a intervención directa para impedir la llegada de una fuerza tal al poder ejecutivo en México. Se ha publicado con nitidez. Entonces, PRI, PAN y PRD en el sexenio que terminó, se regodeaban con la guerra sucia y trataron de explotarla al máximo, pero fueron magros sus beneficios.

La otra grave acusación a un gobernante, es la pillarse los recursos públicos para beneficio personal, lo hizo la derecha reaccionaria en México también. Un colaborador cercano del presidente proveniente de las filas del PRI en una empresa estatal Segalmex, defraudó al erario causando grabe daño a dicha empresa, la responsabilidad de AMLO es en todo caso moral y política, pero no criminal. El entonces presidente ha confiado en distintos priistas y panistas de viejo cuño, algunos de los resultaron a la luz del resultado, garrafales errores de cálculo político y administrativo, nuevamente, pero no responsabilidad criminal, sino víctima de una sucia traición política.

Los ataques falsificadores de la derecha reaccionaria en México contra las fuerzas y líderes de la 4T-4R comprenden un espectro amplio de temáticas, mezcladas entre sí, pero que pueden distinguirse: los planteamientos teóricos y las posturas epistemológicas desde los que se abordan los procesos y problemáticas del país; la concepción del desarrollo nacional asociada a la reconfiguración del modelo económico-social y sus articulaciones con el ámbito regional-global; la caracterización de las reformas emprendidas o proyectadas que impactan los términos de la dominación política, es decir, del régimen político y la incidencia de las fuerzas sociales, de sus intereses sectoriales, en el ejercicio del mismo, incluyendo las fuerzas populares y étnicas en movimiento; y a consecuencia de todo ello, los ajustes a la identidad nacional, al perfil de la nación y el Estado mexicano.

Es muy amplio el espectro temático, abordaremos centralmente el aspecto toral de cómo todo ello, que efectivamente es un terreno en disputa con la fuerza política, social e ideológica actualmente dominante, se aborda usando la categoría analítica llamada “falsificación ideológica”, desdoblando sus componentes.

La ideología y la lucha ideológica es uno de los aspectos torales de la ciencia política, el de la legitimidad, el de los consensos sociales, las conciencias en favor o no de un proyecto nacional, sobre la hegemonía y el ejercicio del poder público sin fuerza, sin coacción, por la vía del “consentimiento activo”.

La gran derecha globalizada en México (el gran capital) no se quiere asumir, dado su enorme poder económico y sus vínculos transnacionales con tales sectores en múltiples países, como grupos sociales dominados (el ejemplo del dueño de grupo Elektra, es muy ilustrativo a este respecto), sobre los cuales pende un proceso de despliegue ideológico transformista. Aquí tenemos una contradicción importante: el grupo social y económicamente dominante, ya no genera el discurso y los cuerpos de ideas también dominantes. En esa media y razón, el Estado mexicano es sus estructuras de dominación social y políticas-económicas e ideológicas, es un Estado en transición histórica, y quienes protagonizan ese inmenso proceso contradictorio son el gran capital en México y quienes detentan el poder público, el aparato del Estado en sus distintos componentes y toda su base social de apoyo.

Tan es así, que el propio Estado está entrando en reformas estructurales de fondo como es la del Poder Judicial, institución central de la construcción histórica del Estado mexicano. Esta es sin duda, la gran ofensiva contra el Estado autoritario, corrupto y oligárquico del antiguo régimen, junto a otros cambios: la recuperación de las grandes empresas energéticas del Estado (en proceso), los cambios a las instituciones electorales, los cambios en los cuerpos armados del Estado, la ocupación de 26 estados de la República por la actual fuerza dominante, la reducción de la organización de la reacción nacional (PRI y PAN) a una presencia casi testimonial, y la casi desaparición de la injerencia directa en las decisiones del Estado de las grandes estructuras empresariales. Son todos ellos cambios dentro de un proceso de transición histórica.

Son hoy el discurso dominante, pero construir una hegemonía ideológica y cultural, conlleva la unificación y homologación de intereses sociales, y de líneas programáticas de la fuerza política hoy en poder de la parte fundamental del Estado, y ésta es una fuerza pluri-clasista, en su caso, una fuerza nacional-popular, por lo cual el espectro de sus intereses sociales es muy amplio. Son hoy un bloque histórico dominante y dirigente, no hegemónico aún, porque mantiene severas contradicciones sociales, les unifican principios ideológicos generales y particulares.

Los grandes personajes del gran capital en México, con la posibilidad real y efectiva que tienen de sentarse mano a mano con el o la jefa de Estado a negociar sus contradictorios intereses o sus convergencias, modifican su estatus, y entonces usan a los líderes partidistas “opositores” corruptos y privilegiados para que partiendo del presupuesto nacional desde las instituciones legislativas y otros espacios públicos y privados, ataquen a la fuerza gobernante, un minuto sí y el otro también, aunque están plenamente conscientes de su amplísima esterilidad dentro de la ruta de la vulgarización ideológica, usando a esos grupos como escuderos mediáticos y parlamentarios.

Hoy no causan escándalo ­–como antes, las tomas de tribuna parlamentaria o de edificios púbicos­–, el rosario de majaderías, insultos y denigración del espacio parlamentario que llevan al cabo los grupos parlamentarios de oposición, es una forma de tratar de reducir el peso moral, institucional e ideológico de espacios del poder público que sienten ajenos y adversarios porque las mayorías electorales le dieron la espalda. Pero el que envilece se envilece. La fuerza dominante actual se ha tardado demasiado y ha tolerado en exceso este trabajo de degradación institucional permanente. Es una grave falla política, pero igualmente, un inmenso agravio a la soberanía popular, propio de la derecha cavernaria. El tal sentido la derecha reaccionaria no desarrolla una “concepción del mundo” integrada, sino rudimentos y vulgarizaciones fragmentadas de postulados tradicionalmente derechistas, y consecuentemente, la defensa ante su ataque, no es la de una ideología de derecha tradicional, sino el de una falsificación ideológica.

En el fondo este constante afán de envilecimiento de lo público es una extensión de la ideología neoliberal en su versión más cavernaria y rupestre, de que deben prevalecer los espacios privados, de que lo privado debe ser la base de la estructura social y lo público debe disminuir hasta volverse insignificante, reducirse al establecimiento del orden y la seguridad” por vía de la fuerza pública coercitiva. No es casual que quienes sustentan ese pensamiento destructivo sean los mismos que han saqueado y robado hasta la ignominia el patrimonio público o lo han entregado. Aquí hay una unidad sujeto-objeto, medios-fines, objetividad-subjetividad.

El filósofo y doctor Luis Villoro, notable historiador de la revolución de independencia, y otros valiosos estudios, entre ellos, sobre la ideología (2007), es quien mejor ha acuñado y desarrollado el concepto de “falsificación ideológica” el cual deriva de una crítica del concepto marxista de entender a la ideología como “falsa conciencia”, ligada estrechamente a las formas y términos de reproducción de la vida social e individual de los grupos sociales, pero lo desarrolla y lo replantea como un concepto de doble vertiente: sociológica y epistemológica, base para plantear la crítica de las ideologías y la crítica de la forma-ideología en tanto tarea práctico-social del pensamiento filosófico, en particular, considerando sus relaciones con el contexto sociocultural y político del país.

Ya Gramsci nos estableció el componente ideológico-cultural como pieza sustancial de la superestructura de dominación como hegemonía política. Así entonces, el punto sustantivo para nosotros es entender a la ideología como categoría analítica y como medio central de los procesos e instrumentos de dominación política. La “falsificación ideológica” sobre los intereses sociales, materiales, morales políticos y culturales del bloque de fuerzas políticas actualmente dominante en México, pretende distorsionar el contenido político-social e ideológico que éste conlleva, es decir, impedir la consolidación y el ejercicio de la hegemonía de la fuerza dominante. Todo proceso revolucionario o de cambio gradual no rupturista, cualquiera que sea el cuerpo ideológico que lo sustenta, es un proceso de transformación cultural.

Las tres dimensiones señaladas de la ideología tienen el siguiente significado: a) el gnoseológico, que atañe a las ideas y creencias expresadas en proposiciones con una cierta determinación real, no son productos espontáneos, porque su característica pensada es ocultar la situación real de lo social; b) la dimensión sociológica de la ideología, es que las ideas y posturas sustentadas en ideas y creencias a partir de una cierta posición en las relaciones sociales, económicas y políticas, e términos de ocultamiento o engaño, de esa postura en la relación social; y c) la dimensión política, que ofrece un punto de apoyo fundamental para dar coherencia a una comunidad de intereses, ya que permiten la preservación de otras relaciones como son las de dominio y poder.

En el caso mexicano la derecha cavernaria en su vulgarización, incluso, de los postulados de sus antecesores político sociales e ideológicos, no alcanzan a estructurar y proyectar ni en ciernes un proceso contra-hegemónico, aunque rudimentariamente desarrollan otro de conservación contracultural, con el peso de la historia inmediata y mediata de lo que ha sido la derecha en México posteriormente al proceso de la revolución de independencia y en adelante, esencialmente, su defensa de intereses oligárquicos y sus afinidades políticas e históricas con las hegemonías extranjeras, incluso aquellas que históricamente han agredido el territorio, la soberanía y la autodeterminación del Estado y la nación mexicana, es decir, desde su ADN extranjerizante. Decirlo no es un anatema, es una realidad que consiga la historiografía mexicana.

Lo que la derecha actual expresada desde las organizaciones partidistas manifiesta en lo ideológico, es el proceso de retroceso de la ideología neoliberal que los unificó en un mimo programa nacional y en un mismo cuerpo de ideas en lo general. La ideología del neoliberalismo cede progresivamente al cuerpo de ideas y políticas públicas de la actual fuerza dominante y dirigente, que no ha alcanzado propiamente una nueva hegemonía. Se propone transitar hacia ella en medio de una serie de contradicciones severas que acusa el proceso de transformaciones impulsadas por la 4T-4R.

Falsificar o mitificar ideológicamente postulados de la teoría política, sociológica, económica o filosófica, significa querer pasar los mismos como si fueran postulados verdaderos, validados por una masa crítica de intelectuales y expertos en la materia, cuando en realidad han sido falsificados para provocar un engaño desde lo ideológico, para que opere desde o dentro del imaginario social, de la conciencia, aparentando así que parte desde lo real objetivo. Se trata de hacer creer con una operación de encubrimiento ideológico de la realidad, que esa realidad falsificada es la realidad objetiva, concreta y verdadera, y que no se propone lograr dominación política, sino comunicar una realidad social.

Si esa falsificación de lo real es despojada de su encubrimiento, de su disfraz ideológico, de sus formas engañosas, los postulados aparentemente validados, aparecen como lo que son, postulados falsificados, mitificados bajo un ropaje ideológico que encubre su situación real, es decir, la realidad social bajo los postulados falsificados está invertida, y los propósitos de dominación ideológica, o deslegitimación de un dominio político determinado, aparece como disfraz ideológico de los términos verdaderos del mismo.

El imaginario social que pretenden construir con la falsificación ideológica y de deslegitimación sobre el poder político actual, es el de que estamos ante una fuerza criminal consustancialmente dictatorial que oprime a los mexicanos y que los conduce hacia el desastre nacional, justamente lo que ellos como bloque de fuerzas derechistas construyeron desde 1988 en que asaltaron el poder como inicio de un proceso de captura del Estado y de criminalización del poder presidencial.

Y esto es así porque la función social y de dominio es aquella propia de la ideología, no la generar conocimiento de la realidad social, es así como mediante la ideología se cambia lo real por lo imaginario, por ello esta operación de mitificación y engaño es necesariamente una operación de falsificación usando postulados ideológicos distorsionados. Pueden cubrir ambas dimensiones, por un teórico francés de altos vuelos como Nicos Poulantzas, se refiere así a dicho atributo:

“Las ideologías fijan en su universo relativamente coherente no sólo una relación real, sino también una relación imaginaria, una relación real de los hombres con sus condiciones de existencia investida en una relación imaginaria (…) las ideologías se refieren, en último análisis a lo vivido humano, sin que por eso se reduzcan a una problemática del sujeto-conciencia”. Por ello, “la ideología constitutivamente imbricada en el funcionamiento de lo imaginario-social, está necesariamente falseada. Su función social no es ofrecer a los agentes un conocimiento verdadero de la estructura social, sino simplemente insertarlos en cierto modo en sus actividades prácticas”. (1973: 264)

Así la falsificación ideológica tiene como objetivo central ocultar la realidad social y política nacional, encubrirla a través de postulados político-sociales engañosos, mitificados, para fijarlos en el imaginario colectivo como si fueran verdades objetivas, generando una cierta coherencia en lo dicho. El conocimiento científico hace justamente lo contrario: desvela en su problemática complejidad esa realidad.

La respuesta de la mayoría absoluta de la sociedad mexicana ha sido contundente. La observamos día a día.

Jorge Retana Yarto*

*Licenciado en economía con especialidad en inteligencia para la seguridad nacional; maestro en administración pública; doctor en gerencia pública y política social. Tiene más de 25 años como docente de licenciatura y posgrado; exdirector de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional, del CNI.

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